En el marco del Día del Cine Mexicano, la trayectoria de las mujeres detrás de la cámara revela una historia de lucha, creatividad y perseverancia. Creadoras que han desafiado las barreras de género y las tradiciones para dejar un legado permanente en la historia del cine. Desde las pioneras del cine mudo hasta las directoras contemporáneas que marcan presencia en festivales internacionales, el trabajo de estas cineastas ha sido clave para abrir espacios y transformar la narrativa cinematográfica desde perspectivas únicas.
A inicios del siglo XX, Mimí Derba (1893-1953) se convirtió en la primera mujer en dirigir una película en México con La Tigresa (1917). Además de actuar, escribir guiones y producir, fundó Azteca Films, una de las primeras productoras del país. Su trabajo no solo marcó el inicio de la participación femenina en la industria, sino que también sentó las bases para el desarrollo del cine nacional en la era del cine mudo.

Décadas después, Matilde Landeta (1910-1999) desafió los prejuicios de la Época de Oro del cine mexicano. Fundó su propia productora y financió cintas como Lola Casanova (1948), La Negra Angustias (1950) y Trotacalles (1951). Estas cintas presentaron a personajes femeninos en roles protagónicos no estereotipados, desafiando las normas de la época. Su contribución fue reconocida con el Ariel de Oro en 1992 y un Ariel al Mejor Argumento Original por El camino de la vida (1956).

En la transición al cine contemporáneo, María Novaro destacó por su estilo visual poético y su mirada hacia historias donde las mujeres son protagonistas. Su filme Danzón (1991) fue seleccionado en Cannes y figura entre las 100 mejores películas mexicanas. Novaro no solo ha dirigido, sino que también ha sido una incansable promotora del cine feminista, influyendo en generaciones de cineastas a través de su labor como docente.

De origen salvadoreño-mexicano, Tatiana Huezo ha conquistado el panorama internacional con su enfoque íntimo y poético en temas como la violencia y la migración. Su documental Tempestad (2016) le valió el Ariel a Mejor Dirección, mientras que Noche de Fuego (2021) fue seleccionada en Cannes. En 2023, su obra El Eco recibió premios en la Berlinale, consolidándola como una de las voces más potentes del cine contemporáneo.

Natalia Beristáin ha construido relatos personales y políticos de gran impacto. Su ópera prima, No Quiero Dormir Sola (2012), ganó el premio a Mejor Largometraje Mexicano en el Festival de Morelia, mientras que Los Adioses (2017) le permitió explorar la vida de la escritora e intelectual Rosario Castellanos. Su filme Ruido (2022) abordó con crudeza la búsqueda de mujeres desaparecidas en México y la consolidó como una cineasta comprometida con su tiempo.

En otro registro autoral, Fernanda Valadez irrumpió en el panorama cinematográfico con Sin Señas Particulares (2020), premiada en el Festival de Sundance y en los Ariel por su retrato de la migración y la violencia. Desde Oaxaca, Ángeles Cruz y Luna Marán representan una nueva generación de cineastas indígenas que trabajan con un enfoque de autorrepresentación y cine comunitario. Ángeles Cruz, con películas como Nudo Mixteco (2021) y Valentina o la Serenidad (2023), ha recibido galardones en festivales internacionales.


Este breve panorama solo revela cómo el cine mexicano dirigido por mujeres es hoy una compleja constelación de voces y estilos que recorre y hereda el trayecto desde la lucha pionera de Mimí Derba y Matilde Landeta hasta las miradas innovadoras de Tatiana Huezo, Lila Avilés o Ángeles Cruz. Estas cartografías orientan a nuevas generaciones de creadoras y creadores a continuar contando historias que reflejen la diversidad y complejidad del México contemporáneo.