Hace 40 años, el 19 de noviembre de 1984, el Estado de México vivió una de sus tragedias más devastadoras. Una fuga de gas en un complejo de almacenamiento y distribución de Petróleos Mexicanos (Pemex) en San Juan Ixhuatepec, conocida popularmente como “San Juanico”, en Tlalnepantla, Estado de México, provocó una serie de explosiones que dejaron una huella imborrable en la memoria nacional. De acuerdo con las autoridades, el saldo oficial fue de 498 muertos y 4 mil 248 heridos.
El gobernador en ese entonces era Alfredo del Mazo González, el titular de Pemex , Mario Ramón Beteta, y el presidente de la República, Miguel de la Madrid, todos emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La tragedia comenzó a las 5:40 de la mañana, cuando una fuga en una de las esferas de almacenamiento de gas LP desató una cadena de explosiones, con intervalos de aproximadamente 10 minutos entre cada estallido. El fuego, que alcanzó temperaturas superiores a los 1000 grados Celsius, arrasó con casas, comercios y personas en varias colonias cercanas, como Xalostoc, Granjas de Guadalupe y Chamizal, a tan solo un par de kilómetros de Gustavo A. Madero, del entonces Distrito Federal.
El origen de la tragedia fue atribuido a las maniobras de una pipa de la empresa Unigas, que provocó el estallido de las instalaciones de Pemex. A pesar de los esfuerzos de rescate, los equipos de emergencia fueron insuficientes para hacer frente a la magnitud del desastre. La destrucción material fue incuantificable, y las llamas no pudieron ser sofocadas por varios días debido a la gran cantidad de gas almacenado.
Las víctimas, muchas de ellas provenientes de zonas de escasos recursos, quedaron atrapadas entre el fuego y el gas. La falta de infraestructura y planes de evacuación adecuados complicó aún más la respuesta de las autoridades. La tragedia también evidenció la proximidad peligrosa entre las instalaciones industriales y las viviendas, que muchas veces eran construidas con materiales precarios como cartón y láminas.
El titular de la Secretaría de la Defensa Nacional, Juan Arévalo Gardoqui, por órdenes del presidente Miguel de la Madrid, puso en operación el Plan DN-III a las 6:10 horas. Los servicios de emergencia, Cruz Roja, policía estatal, municipal fueron insuficientes para atender a la población herida, rescatar cadáveres y combatir el fuego.
Cinco meses antes de este desastre, ya se había registrado un incendio en la misma subestación de Pemex, sin que se tomaran medidas preventivas suficientes. Tras el siniestro, se realizaron algunas reformas en las normativas de seguridad industrial, pero los expertos consideran que aún queda mucho por hacer para proteger a las comunidades cercanas a estas instalaciones.
A raíz de estos hechos, se presentó una denuncia contra el entonces director de Pemex, Mario Ramón Beteta, y el director de Unigas, Jorge Orvañanos Zúñiga. Tres años después, Beteta se convirtió en gobernador del Estado de México y, posteriormente, formó parte del gabinete del presidente Carlos Salinas de Gortari. Nadie fue encarcelado como responsable. Pemex asumió la responsabilidad del incidente e indemnizó a los familiares de las víctimas.
A 40 años de la tragedia, San Juan Ixhuatepec, sigue siendo un recordatorio doloroso de los riesgos del manejo de materiales peligrosos. Aunque la zona ha sido reconstruida, las cicatrices físicas y emocionales de la tragedia permanecen en los sobrevivientes y en la memoria colectiva del país.