La reciente liberación de Israel Vallarta, quien paso casi 20 años en prisión sin ser sentenciado, víctima de un montaje televisado, destapa no solo una red de corrupción, fabricación de culpables y violaciones a derechos humanos, sino también una práctica muy documentada durante los sexenios panistas, especialmente en el de Felipe Calderón Hinojosa, los montajes televisivos con la colaboración directa o indirecta de medios, especialmente Televisa y periodistas como Carlos Loret de Mola, convertidos en rostros de la desinformación oficial.
El caso de Israel Vallarta y Florence Cassez fueron detenidos el 8 de diciembre de 2005 por elementos de la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI), que dirigía el hoy sentenciado por narcotráfico, Genaro García Luna, y Luis Cárdenas Palomino, quien se encuentra preso por los delitos de secuestro y tortura.
Bajo el argumento de que ambos encabezaban el grupo de “Los Zodiaco”, ambos fueron retenidos y torturados durante todo un día en el rancho “Las Chinitas”. Finalmente, el 9 de diciembre, en un acto pocas veces visto, ambos fueron presentados por las autoridades en Televisa y Tv Azteca, presentándolos como “un fuerte golpe al crimen organizado”.

En 2013, Cassez fue liberada debido a que la Suprema Corte de Justicia de la Nación reconoció las violaciones al debido proceso, sin embargo, pasaron 12 años hasta que Vallarta pudo volver a ser libre.
Los hechos marcaron un foco de atención ante la debilidad del gobierno de Fox y un parteaguas para el fortalecimiento del aparato de García Luna, formalizando el inicio de la guerra mediática contra el narcotráfico.
El último año del gobierno de Fox estuvo marcado por montajes como el de “Los Zodiaco”, pero no fue el único. Uno de los casos más recordados por los mexicanos es el del secuestro del entonces técnico del Cruz Azul, Rubén Omar Romano. Supuestamente, el 11 de diciembre de 2005 el argentino fue interceptado por sujetos armados cuando salía de “la Noria”, quienes posteriormente habrían dejado una carta donde detallaban los requisitos para su liberación.
Después de 65 días, Romano fue rescatado por la AFI en Iztapalapa en un operativo que fue televisado exclusivamente por TV Azteca. De acuerdo con las palabras que Romano dijo a un diario nacional, él se encontraba a salvo y aún así las fuerzas de seguridad esperaron inexplicablemente una hora para sacarlo de la casa de seguridad.
En septiembre, el timonel argentino volvió a dirigir un encuentro, saliendo con una icónica playera con la leyenda “Gracias A.F.I.” impresa.

En 2019, el periodista deportivo Ignacio Suárez aseguró en una columna que tuvo contacto con un colaborador de la Agencia Federal de Investigación, quien presuntamente le reveló que el caso del técnico también fue un montaje que tenía el objetivo de golpear al entonces jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, y desviar la atención sobre su desafuero.
La Unidad de Investigaciones Periodísticas de la Coordinación de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México publicó en 2022 un reportaje sobre el caso de Antonio Barragán, un sobreviviente de la masacre de Aguas Blancas de 1995 que permaneció trece años en prisión sin sentencia.
En 2001 fue capturado sin orden de aprehensión, fue torturado y acusado de secuestro y de diversos asesinatos, incluso se le vinculó con “Los Zodiaco”. Si bien, su detención no fue televisada, fue paralela al montaje Vallarta-Cassez.
En el contexto de la revisión judicial del Caso Vallarta-Cassez —y ante el colapso del aparato de justicia montado por García Luna— el caso de Antonio comenzó a reexaminarse. Fue liberado en diciembre de 2022, después de casi dos décadas de reclusión injusta, sin que se demostrara su culpabilidad.
Su historia confirma que el aparato judicial fue una herramienta de propaganda más, donde la presunción de inocencia fue suprimida en nombre del espectáculo.
Con el cambio de sexenio, la forma de hacer montajes cambió, ahora se uso a “capos” del crimen organizado para ocultar las complicaciones del gobierno debido a la conocida “guerra contra el narco”, emprendida por Calderón y García Luna. Ya no eran las supuestas detenciones en vivo, si no la exposición mediática de supuestas detenciones de alto nivel que confirmaban el éxito de seguridad de Calderón, a pesar de que los números de los homicidios crecían, el cartel de Sinaloa crecía en influencia en México y global y sus rivales también crecían en capacidad de fuego como el Cártel del Golfo y los Zetas
El 30 de agosto de 2010 quedó marcado por la detención de Édgar Valdez Villarreal, mejor conocido como “La Barbie”, un personaje que marcó a los mexicanos debido a la enorme publicidad que se le dio a su captura, sin embargo, las irregularidades en el operativo mostraron que también se trató de un montaje.
A las 15:38 horas las cámaras del “Taco Inn” de Calzada de las Aguilas 1890 capturaron el momento en el que dos policías vestidos de civiles lo apresan, pese a que las imágenes de su captura en la marquesa fueron difundidas dos horas más tarde.

De acuerdo con el reporte de la Secretaría de Seguridad Pública, que encabezaba García Luna, “La Barbie” habría sido detenido mientras manejaba un auto blanco con una subametralladora “a la altura de su abdomen”.
Tras revelarse las imágenes de la verdadera detención del capo criminal, las autoridades declararon que el detenido en el restaurante antes mencionado era Édgar Valdez, guardaespaldas de “La Barbie”.
Sin duda la imagen de su detención fue icónica, se mostró al criminal esposado, vestido con un polo verde y un rostro con una sonrisa que provocó cuestionamientos entre los espectadores, lo que posteriormente fue explicado en diversos medios debido a que presuntamente fue un testigo protegido de Estados Unidos desde 2008, lo que llevó a pensar que su detención fue más una entrega pactada que una captura auténtica.
Diversos analistas sostienen que su detención sirvió como una cortina de humo para desviar la atención de múltiples crisis que enfrentaba su administración. Entre ellas, el creciente cuestionamiento a la estrategia de militarización, el debilitamiento político tras la derrota electoral del PAN en 2009, y las sospechas que ya comenzaban a emerger sobre los vínculos del entonces secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, con el crimen organizado. Además, reforzó la imagen de eficacia del gobierno justo cuando se aproximaba la sucesión presidencial, a pesar de que luego se supo que “La Barbie” ya había sido informante de agencias estadounidenses desde años antes, lo que puso en entredicho la autenticidad del operativo.
Otro caso similar fue en de José Jorge Balderas, conocido como “El JJ”, quien fue acusado de ser el agresor del futbolista del América, Salvador Cabañas. Además, se le vinculó al Cártel de los Beltrán Leyva y a “La Barbie”.
Todo comenzó el 26 de enero de 2010 cuando Cabañas recibió un disparo en la cabeza en las instalaciones del “Bar Bar”. Rápidamente, la Procuraduría del Distrito Federal identificó a Balderas como el agresor debido a presuntas grabaciones de seguridad.
Su detención ocurrió el 18 de enero de 2011, presentada como un fuerte golpe del Gobierno de Calderón y televisada con lujo de detalle, incluyendo la presentación ante medios de comunicación con el fondo azul de la SSP, replicada por todos los medios de comunicación, ya se había convertido en un clásico.
Los medios de comunicación hicieron su trabajo, la detención de “El JJ” fue difundida con videos del criminal con armas, en fiestas y con celebridades, incluso, con grabaciones de audio en las que se escuchaban confesiones.

Aunque no hay pruebas directas de que fuera un montaje en el estilo del Caso Vallarta-Cassez, hay fuertes indicios de teatralización y manipulación mediática. Para empezar, siempre se cuestionó la identidad de “El JJ”, la cual fue difundida enseguida del ataque pese a la mala calidad del video, la forma de su presentación sin defensa legal, las relaciones políticas de los dueños del “Bar Bar”.
Además, las versiones de los hechos no coincidían con las declaraciones. Según las autoridades, “El JJ” y Cabañas discutieron en el baño del lugar, sin embargo, los asistentes aseguraron que no hubo ninguna discusión previa a la agresión.
En su presentación pública, el “JJ” aseguró que no quería matar al futbolista, sino que estaba drogado y que disparó por nervios, no obstante, posteriormente negó ser el autor del disparo y cabe mencionar que nunca se investigó al “Bar Bar” por permitir la entrada de personas armadas al lugar.
México se enfrentaba a una de las crisis de violencia más graves de su historia: solo en 2010 se registraron más de 15,000 homicidios vinculados al crimen organizado, según cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Por ello, la narrativa oficial sobre “El JJ” se centró en retratarlo como una figura ostentosa del narco, mientras se omitían explicaciones más profundas sobre la creciente impunidad. Para algunos críticos, esta presentación mediática buscaba desviar la atención del fracaso en la estrategia de seguridad y reforzar una imagen de efectividad gubernamental que contrastaba con la realidad de un país en guerra.
La detención de Sandra Ávila Beltrán “La Reina del Pacífico”
Otro de los rostros que quedó en la memoria colectiva fue la de Sandra Ávila, conocida como “La Reina del Pacifico”, quien fue detenida en 2007 en la capital del país, extraditada a Estados Unidos en 2012 y liberada en México en 2015.
El día de su detención, fue presentada ante los medios como una mujer fría, calculadora y con gran influencia en el narco internacional, se filtraron imágenes de su casa, su ropa, joyas y una colección de artículos de lujo. La cobertura estuvo más enfocada en su figura, estética y vida personal que en pruebas concretas, con un enfoque completamente machista.
Originalmente se le acusaba de presunta complicidad en el tráfico de 9 toneladas de cocaína desde Colombia, incautadas a bordo de un buque en el puerto de Manzanillo en 2001, sin embargo, pese a que fue uno de los estandartes de Calderón y su lucha contra el narco, nunca se le pudo probar que tuviera posesión, financiamiento o control directo sobre el cargamento decomisado.
En entrevistas posteriores que fue víctima de un proceso político, y que el gobierno de Calderón la convirtió en “chivo expiatorio” para fines propagandísticos.
Su caso coincidió con una oleada de violencia que en 2007 ya mostraba un aumento del 27% en homicidios dolosos respecto al año anterior. Analistas consideran que su captura fue utilizada para desviar la atención pública del fracaso de la estrategia de seguridad y para enviar un mensaje político de control, cuando en realidad el país se hundía en una espiral de violencia e impunidad.
A casi una década del fin del sexenio de Calderón, estas historias revelan una alianza oscura entre el poder, los medios y las instituciones de seguridad. La pregunta sigue vigente: ¿cuántos más siguen pagando con su libertad una historia escrita para las cámaras?