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  • 25 Apr 2023
  • 20:04
  • SPR Informa 6 min

Twitter y el fin del internet gratuito

Twitter y el fin del internet gratuito

Por Ernesto Ángeles .

Hace unos días se dio a conocer que legalmente ya no existe Twitter, sino que la compañía se fusionó con la X Corp, un conglomerado de empresas que se construyeron desde antes que Elon Musk compara Twitter; de acuerdo al empresario, este movimiento no sólo facilitaría la compra de Twitter, sino que está en sintonía con los planes de Musk de crear una app que haga y tenga “todo”, en donde Twitter formaría una pieza más de este conglomerado empresarial.

Tal movimiento no es nuevo, sino que es una estrategia  similar a la de Alphabet, la empresa que “absorbió” a Google en un conglomerado empresarial el cual, básicamente, puede ofrecer más servicios y penetrar más mercados gracias a sus múltiples frentes empresariales, lo que se suma a su poder cuasi monopolístico y que se traduce en la formación de ecosistemas empresariales cerrados y celosamente custodiados.

La tendencia de construir y reforzar ecosistemas tecnológicos cerrados lleva bastante tiempo, sólo que los usuarios son los últimos en enterarse, en caso que lo hagan; sin embargo, tal propensión no sólo se enmarca en términos legales, sino que se extiende a todo el modelo de negocio: desde las infraestructuras y estándares, hasta los datos y perfiles digitales, lo que lleva a preguntarse ¿es el final del Internet que nos promocionaron desde hace varios años atrás? ¿Acaso el internet abierto y gratuito está llegando a su fin? ¿Cómo será el internet en el futuro y cuál será el rol de los consumidores?

Unos hablan del fin del Internet gratuito, otros hablan del fin del Internet abierto y otros más del fin del Internet global, aunque en realidad todos se refieren a este cambio en ciernes que tiene distintas manifestaciones: económicas, políticas, sociales y hasta técnicas. En donde no sólo el modelo de negocio está cambiando, sino también las infraestructuras y actores que lo soportan, así como también las instituciones, capacidades de poder y las cadenas productivas y de suministro implicadas en su construcción.

En lo que corresponde al aspecto económico, estamos transitando hacia una privatización más evidente y encarnizada de internet y sus servicios digitales, sobre todo en lo que corresponde a su funcionamiento; ya que, contrario al mantra favorito de los liberales y utópicos, estructuralmente hablando, internet nunca fue ese espacio abierto que denominaban truculentamente “Global Common” del cual, según ellos, todo el mundo podría acceder y beneficiarse; sino que las infraestructuras de internet han estado históricamente ligadas a: la propiedad privada, la soberanía y las capacidades de poder de cada país y sus mercados.

Lo anterior es importante porque no nos encontramos más en ese internet primigenio, en donde no había sitios y ecosistemas web tan fuertemente dominantes como las redes sociales en la actualidad; además, en ese momento el modelo de datos personales y publicidad no estaba instaurado; ya no digamos de los recursos web gratuitos, de fácil acceso y des-regulados. Pese a lo anterior, buena parte de los argumentos que intentan defender la no-regulación de internet y sitios web recurren a ejemplos en donde pintan los beneficios del internet de primera generación, cosa que está bastante alejada a la realidad.

El Internet de hoy está compuesto por unos cuantos sitios web que dominan la mayor parte del tráfico, así como una serie de sitios satélite que alimentan o interactúan con los sitios dominantes; a su vez, tales sitios están constituidos bajo una lógica sistémica, en donde el objetivo es lograr que el usuario no tenga la necesidad de salir a otros sitios o páginas web, sino que todo lo encuentre en su ecosistema; esta práctica se ve reforzada físicamente con la edificación de infraestructuras, tal como la construcción de grandes centros de datos o el tendido de cableado en el manto oceánico para el tránsito de internet (contrario a la creencia popular, gran parte de internet transita a través de cables tendidos en el fondo de los océanos), lo que implica que estructural y funcionalmente el internet no es público, abierto y “común”, sino que se trata de infraestructuras, dispositivos e instituciones que en su mayoría son privadas, las cuales mantienen un nivel mínimo de interoperatividad e interdependencia que les permite funcionar globalmente.

En lo que corresponde al aspecto funcional de internet, hasta hace relativamente poco buena parte de los servicios digitales eran “gratuitos” o, realmente, se financiaban a través del modelo de capitalismo de datos, en donde el pago de uso de los servicios radicaba en la extracción, almacenamiento, tratamiento y venta de datos e información de los usuarios, sobre todo con fines publicitarios; sin embargo, eventos como la inestabilidad política y social en Estados Unidos, el conflicto internacional en Ucrania o el aceleramiento de un mundo más multipolar han transformado el escenario en el que operaban las empresas tecnológicas, sobre todo las de Silicon Valley, en donde antaño estaban inundados de inversiones en proyectos riesgosos, con un dudoso margen de ganancia o con fuertes inclinaciones políticas.

Al día de hoy dicho escenario no sólo está desgastado, sino que muchos de sus actores están auto fagocitándose en pos de la competencia por resultados, un mayor margen de ganancias y un flujo de inversiones estable, con casos tan dramáticos como el de Meta (antes Facebook) y Twitter, los cuales están incluyendo en el modelo de negocio a los propios usuarios, ya que actualmente no es suficiente seguir lucrando con el mercado de datos y publicidad, sino que están orillando a cualquier actor inmiscuido en las redes sociales a pagar por el uso de sus infraestructuras digitales.

En el caso de Twitter el escenario es más notorio, ya que no sólo se está vendiendo la autenticación (que servía como “sello” de confianza para una cuenta), sino que también están en renta la seguridad (doble autenticación) y el acceso a los datos en su API (sobre todo en el caso de investigación y análisis), lo que implica que el acceso al discurso público, soportado en infraestructuras privadas, está privatizándose.

Esta tendencia privatizadora también está alcanzando a otras plataformas como Facebook o Instagram, las cuales están introduciendo cuotas de suscripción a contenidos, lo que se suma a otras plataformas que nacieron con ese fin, tal como Only Fans; lo que implica en general un retroceso enorme en el objetivo inicial de Internet y la apertura de datos (o al menos en su discurso).

Sin embargo, el modelo extractivista de datos no ha desaparecido y no parece que lo hará, sino que este movimiento es una fase “natural” en el proceso de centralización empresarial técnica y tecnológica, en donde sus infraestructuras han adquirido un rol vital en diversos procesos sociales y, por ende, su extinción conllevaría una serie de problemas de múltiple naturaleza, convirtiéndose en actores “muy grandes para caer”. En este estadio de competencia y desgaste del modelo de negocio, las empresas, con tal de seguir creciendo, deben encontrar fuentes alternativas de financiamiento, no importando trasladar los gastos directamente al usuario.

En general, esto implica que el Internet del futuro estará estructuralmente compuesto por infraestructuras privadas y públicas y funcionalmente estará fragmentado a partir de una lógica económica, en donde la división no sólo estará marcada por el internet accesible y no accesible técnicamente (la www frente a la deep web), sino también por el acceso económico y el contenido “gratuito”.