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  • 15 Nov 2022
  • 17:11
  • SPR Informa 6 min

Lo que ha pasado por nuestros sentidos

Lo que ha pasado por nuestros sentidos

Por Hugo Rangel Vargas

Formo parte de esa generación que nació en medio de una crisis permanente, de un letargo económico que cerraba puertas y derruía sueños y esperanzas. Los nacidos a principios de los ochenta del siglo pasado, atravesamos una niñez sumergida en las preocupaciones de nuestros padres, pero con una cotidianidad vertiginosa que desbarrancaba a cualquier reloj.

Las tardes del fútbol en la calle corrían entremezcladas con la devenida obsolescencia de la tele de transistores y la llegada del walkman. Si un puñado de seres en la historia de esta tribu llamada humanidad hemos presenciado el rápido nacimiento y declive de tecnologías, hemos sido los hijos de los ochenta.

La bruma del tiempo se ha hecho cada vez más espesa al paso de las décadas, quizá acicateada por los acelerados cambios que hemos vivido; sin embargo, en medio de ella, contrastan las luces y las sombras que nos marcan como generación. Era esa década pérdida la que levantaba seres humanos que vieron como se cauterizaba su capacidad de asombro y quienes supieron rehacerse de las cenizas de un proceso de destrucción / reconstrucción a escala global. 

Son nuestros mismos oídos que escucharon a Queen y a Soda Stereo, los que se abrieron con el estruendo de tres grandes sismos, los que se rompieron ante el murmullo de los llantos del dolor de miles de víctimas de actos de violencia. Estos oídos que van quemando su sensibilidad al paso de cuatro décadas, son los de esta generación que continúa oyendo como letanía la exigencia de justicia.

Hemos levantado los ojos al cielo para ver las grandes proezas de nuestra raza que acaricia el sueño espacial, pero también hemos hundido nuestra mirada en la miseria que ha dejado nuestra carrera al progreso entre los bosques y los océanos. Éramos niños cuando hace cuatro décadas este mundo apenas asomaba su rostro al desastre que hoy vomitan nuestros sentidos de adulto.

Nuestro tacto ha acariciado la seductora piel de la libertad y hemos podido emanciparnos de la dictadura de los medios de comunicación tradicionales, para autoimponernos el embozo de las redes sociales; esos adictivos espacios virtuales que amenazan con sus algoritmos de prestidigitador a la autodeterminación de nuestras conciencias.

El sistema inmune de los sentidos de nuestros contemporáneos se ha forjado con una elevada exposición al cambio. Aquellas estampas de la vida ordinaria que transcurrían con lentitud hoy desfilan al ritmo del desliz de un pulgar en la pantalla de un dispositivo móvil. El sabor de la golosina infantil que pervivía en nuestro paladar por horas, ha cedido su paso a los líquidos desencantos aderezados con un poco de esperanza. 

Nuestros sentidos amenazan a los de mi generación a llevarnos, según la esperanza de vida, por otro tanto más de trayecto en el tiempo. No renunciar a deslumbrarnos, no deshacernos de la expresión de nuestras cejas levantadas, no obcecarnos con la normalidad y despertarnos con la brújula de nuestra solidaridad bien puesta; son las mayores luchas que enfrentaremos.