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  • 24 Jun 2024
  • 09:06
  • SPR Informa 6 min

¿Llegó la Democracia?

¿Llegó la Democracia?

Por Mario A. Domínguez.

A finales de la década de los ochenta, José Agustín Ortiz Pinchetti publicó “La democracia que viene” libro de ficción política en el que el actual Fiscal Electoral pronosticaba escenarios acerca de cómo sería el sistema político mexicano del año 2029. El autor se preguntaba si dos de los elementos característicos del sistema de gobierno priísta habrían desaparecido para ese entonces: el tapadismo y el fraude electoral. 

A casi 35 años de esta obra, vale la pena reflexionar si los dos elementos característicos del sistema priísta profundamente estudiados por Don Daniel Cosío Villegas se han borrado del sistema político mexicano y que mejor momento para hacerlo que pasada la elección más grande y compleja en la historia de nuestro país. 
El “tapadismo” fue el mecanismo utilizado por los presidentes priístas para imponer a su sucesor. Era un ritual lleno de misticismo a través del cual el próximo presidente era designado por el mandatario en turno, bajo criterios hasta la fecha ocultos. A través de este preciso procedimiento, se mantuvo por décadas el sistema político mexicano descrito por Cosío Villegas como “una monarquía, absoluta, sexenal, hereditaria por vía transversal”.

La figura del tapadismo desapareció durante este proceso electoral. Si bien, la candidata ganadora de la presidencia de la República, la Dra. Clauda Sheinbaum, proviene del partido en el poder, su candidatura se dio mediante un mecanismo de participación de su militancia que gozó de amplia transparencia. Incluso, esta competencia interna fue impugnada por alguno de los participantes de manera contundente que según diversos analistas y comentaristas de la política puso en riesgo la unidad del partido. Algo impensable en la época del partido hegemónico.

Por lo que toca al fraude electoral, este consistía en un sistema que impedía a las alternativas políticas al PRI competir bajo condiciones equitativas para acceder al poder, ya que todo el aparato del Estado funcionaba de manera mecánica para que los candidatos emergidos del partido oficial ganarán los cargos públicos por los que competían. Así, cuando una fuerza política podía realmente hacerse de una posición capaz de retar al sistema, este último reaccionaba de tal forma que lo impedía a través de cualquier medio. Vale la pena recordar ejemplos como la elección de Chihuahua en 1986 y la elección presidencial de 1988. 

Durante este proceso electoral no es posible hablar de un fraude electoral, como incluso lo ha reconocido el Dr. Lorenzo Córdova, exconsejero Presidente del INE. Todas las instituciones del Estado mexicano participaron para garantizar condiciones de libertad y equidad en la votación, además millones de ciudadanos apoyaron en la organización de la elección y el conteo de votos. Hoy existen instituciones capaces de garantizar estos procesos y dotar de certeza a la ciudadanía como el INE, el TEPJ y la FISEL que, si bien funcionaron adecuadamente, estas deben ser evaluadas y reformadas conforme al nuevo contexto político. 

Si bien, faltan muchas cosas para considerar que la Democracia ha llegado de manera plena a nuestro país, son alentadoras las señales de la desaparición de los dos pilares que mantuvieron el sistema autoritario mexicano por tantos años, los cuales, esperemos, no vuelvan jamás.