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  • 11 Sep 2023
  • 11:09
  • SPR Informa 6 min

La historia es nuestra y la hacen los pueblos

La historia es nuestra y la hacen los pueblos

Por Uziel Medina Mejorada

El 11 de septiembre de 1973, Latinoamérica conoció uno de los hechos más trágicos en la historia moderna de la lucha de las clases trabajadoras, conoció el rostro de la traición, de las heridas a la democracia infligidas por el interés de la ambición extranjera; conoció el golpe contra Salvador Allende, presidente de Chile, presidente del pueblo.

Salvador Guillermo Allende Gossens fue un médico que pasó a la historia, entre otras cosas, por haberse convertido en el primer presidente socialista del mundo mediante elección popular, luego de cuatro intentos por alcanzar la presidencia chilena, acompañado por la coalición de izquierdas Unidad Popular, conformada por el Partido Comunista Chileno, el Partido Socialista, el Partido Radical, el Partido Social Demócrata, el Movimiento de Acción Social Unitaria y la Acción Popular Independiente.

La presidencia de Allende se desenvolvió en medio de una coyuntura global en que el imperialismo yankee y su coalición occidental se enfrentaba contra el paradigma del comunismo; la guerra fría estaba vigente y la rebeldía cubana había golpeado la mejilla de “Uncle Sam”, quien no estaba dispuesto a permitir que la América Latina caminara en el sentido opuesto a sus intereses imperialistas. 

La reforma allendista supuso un agravio a los privilegios de las clases dominantes, al impulsar la estatización de los sectores económico estratégicos, la nacionalización del cobre, la profundización de la reforma agraria y el aumento del salario, lo que provocó la reacción del conservadurismo, comenzando por el boicot económico promovido por Nixon y Kissinger, la intromisión de la CIA en el paro de octubre y el embate judicial para provocar una crisis institucional, hasta llegar a la polarización de las fuerzas armadas que, posteriormente, se inclinarían por el golpe de Estado.  

El golpe contra Allende ha significado una lección muy dolorosa para los gobiernos de Latinoamérica, incluso algunas de las experiencias se han repetido en esta región del continente. En otras latitudes, las lecciones se han aprendido y tomado acción a partir de ellas. Un ejemplo de esto último es la comprensión de la importancia de contar con un pueblo movilizado de manera constante y no hasta cuando ya han atacado los conservadores. El lema obradorista de “a mi me protege el pueblo” tiene mucho peso frente el constante embate conservador que busca desgastar. De igual forma, devolver a las fuerzas armadas su condición de pueblo, uniformado, pero pueblo al fin, es fundamental para establecer una relación más estrecha entre el pueblo y el ejército, redimensionando la jerarquía de las lealtades. No menos importante, encontrar los equilibrios entre las reformas profundas y los poderes fácticos.   

A 50 años del golpe contra Salvador Allende, América debe preguntarse ¿Por qué en Chile ha crecido la aprobación del golpe de Estado? Quizá por el mismo pretexto del golpe; la crisis económica y el uso faccioso de la misma por parte de la derecha para hacerle el juego a los intereses de los capitales extranjeros, como ya se deja ver en Argentina con la figura de Milei. Es entonces cuando no hay que olvidar que el modelo impuesto tras las dictaduras auspiciadas desde Estados Unidos, con Friedman y Harberger como ideólogos económicos, esto es, el neoliberalismo, lejos de traer el progreso prometido a punta de rifle, se profundizó la desigualdad y la criminalización de la clase trabajadora. 

Los pueblos nuestroamericanos no deben olvidar la herida que se abrió en la carne del pueblo el 11 de septiembre de 1973, no puede permitir que la desmemoria nos haga volver a la opresión. América Latina ha transitado hacia su libertad a través de un camino accidentado que ha costado sangre; alcanzar esa libertad plena demanda combatir esa maliciosa disociación del supuesto “progreso” y la violencia institucionalizada, pregonada por el conservadurismo, sirviendo la dignidad humana dentro del cáliz del olvido. La violencia no es desarrollo, nunca será desarrollo.   

Si la juventud ha sido arrebata del derecho a la memoria, es preciso devolver, desde las instituciones y desde la sociedad misma, el conocimiento preciso acerca del pasado que dibuja su futuro. Las nuevas generaciones deben entenderse a sí mismas como el corazón de las revoluciones sociales, entender la revolución como justicia para los de antes y para los de después; asumirse como profesionales de la patria que sirven a aquellos que, con sus contribuciones, les han brindado un presente.  

El legado de Salvador Allende hace eco en la memoria, un legado que reconoce que los trabajadores son el motor de las transformaciones, un legado que recuerda que el gobernante le debe su lealtad al pueblo trabajador y no al interés corrupto de los que acumulan las riquezas mediante la opresión y la violencia, un legado que instruye al servidor público a interpretar los grandes anhelos de justicia del pueblo.

A 50 años de la muerte de Salvador Allende, su espíritu revolucionario también nos invita a no olvidar que Latinoamérica abraza en el fondo de su corazón la esencia del ideario cristiano, y que este ideario no es aquel discurso opresivo y fantoche que la derecha usa para amedrentar y robar al pueblo, sino aquella enseñanza de bienaventuranzas de un pueblo que ha sido predestinado a la libertad y la dignidad, por más que ésta contravenga los intereses profanos de los mercaderes del templo. 

América se enfrenta a una nueva coyuntura, la memoria de nuestras luchas nos convoca a que, más temprano que tarde, se abran de nuevo las grandes alamedas para que pase el hombre libre para construir una sociedad mejor, pues ni con el crimen, ni con la fuerza, se pueden detener los procesos sociales. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

Desde México, abrazamos la historia de la hermana nación chilena, y como expresara en sus últimas palabras Salvador Allende, coreamos con la historia: 

¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡vivan los trabajadores!