No se detiene el llanto de los clasistas y racistas en nuestro país desde el pasado 2 de junio, bueno, en realidad no dejan de sufrir, «llorar» y despotricar desde julio 2018 que llegó al poder un gobierno popular de izquierdas; es a partir de ese momento que los conservadores viven desencajados, furibundos e intolerantes a todo lo que tenga que ver con el México profundo.
Piden a la gente no dar propinas a meseros, a meseras, no dar prestaciones, ni trato digno a las trabajadoras del hogar si es que a ellas se les ocurre estar a favor del proyecto transformador de nación impulsado por AMLO; hacen campañas clasistas en las que promueven no hacer aportaciones o donativos a ninguna causa del pueblo, se exhiben de cuerpo entero con esas acciones y con sus dichos que demuestran nula humanidad. Los conservadores viven enajenados en su burbuja de privilegio y claramente no ven que la mayoría en esta república pertenecemos al proletariado que tanto desprecian, nosotros somos la mesera, el mesero, el viene-viene, somos el pueblo, no obstante, esa gente no lo comprende porque viven obnubilados por el poder y los tiempos de saqueo que por fortuna no volverán.
Y es que, en el pasado, con los gobiernos neoliberales era un pequeño grupo de políticos —del PRIAN— quienes saqueaban a manos llenas desde el gobierno y desde los poderes de la unión el presupuesto público —como ya es de conocimiento popular—, pero también un pequeño grupúsculo de «intelectuales» y comunicadores, que no eran más que aplaudidores a destajo, ya que sus análisis jamás fueron honestos, tampoco profundos, únicamente se dedicaban a elogiar a la clase política y a impulsar narrativas que le favorecieran a la misma.
De igual forma estas «plumas y voces», todos aquellos pseudo comunicadores se servían con la cuchara grande del erario, así como los grandes medios y corporaciones mediáticas, acostumbraban a obtener contratos multi millonarios a cambio de impulsar narrativas favorables, falsas y tendenciosas que les permitieran seguir con el Estado secuestrado para beneficio de unos cuantos.
Esta esfera intelectual a la que me refiero se la ha pasado —hasta la fecha— discriminando la opinión del pueblo, con base en prejuicios de clase y de origen, tratando a la gente como «inferiores» y creyéndose salvadores de «gente silvestre», tal es el caso de la señora Denise Dresser que no pierde nunca oportunidad de demostrar cuán furiosa está que de que la gente que no piensa como ella exprese sus ideas y argumentos en los medios de comunicación o espacios mediáticos. Gente como ella se cree dueña y poseedora de la «intelectualidad», de la «sociedad civil», solamente que pareciera que ahí no cabe el pensamiento diverso al hegemónico de la blanquitud al servicio de la oligarquía.