Elecciones Estatales, las Lecturas de un Derrumbe

La sorpresa de la jornada electoral del 5 de junio pasado en 6 entidades no fue la derrota de la coalición opositora Va por México. Eso era ya algo pronosticado y señalado en encuestas y sondeos previos. Morena ganaría al menos 4 de las 6 gubernaturas y así fue. 
Lo sorprendente es la reiterada negación de los partidos de oposición más fuertes de esa coalición, el PRI y el PAN, que se transforman de manera acelerada en aparatos burocráticos sin alma ciudadana, en franquicias con cada vez menos gobiernos y en caricaturas de una alternancia donde alternan en la derrota, no en la victoria.

Y esta es una de las primeras tres lecciones que tenemos de la jornada del pasado domingo:

1.-La aritmética no es buena en las coaliciones.-Una vez más observamos que en política, las coaliciones no se comportan de forma aritmética sino geométrica. La mera suma de la intención de voto del PAN, PRI y lo que queda del PRD no resulta en una agregación virtuosa de fuerza electoral sino en el arrastre hacia el fondo ante el desprestigio de alguna de las fuerzas.

En este caso, el 5 de junio, claramente el PRI arrastró a la derrota a sus coaligados. Es el partido que trae la racha perdedora más espectacular en sus casi 100 años de vida. En 2018 tenía 14 gubernaturas, que disminuyeron a sólo 2 este 2022 y amenazan con perderse en 2023: Coahuila y Estado de México, “la joya de la corona”.

La coalición le costó más al PAN que al PRI, en términos de votos, posiciones y prestigio. Tan sólo en Aguascalientes, bastión blanquiazul, la alianza Va por México perdió 29 mil 887 votos, en relación con las elecciones municipales de 2021. El PAN obtuvo en estos comicios a gobernador casi 200 mil votos, mientras el PRI sólo 35 mil y el PRD 15 mil. La nada.

Lo mismo sucedió en Tamaulipas. El PAN tuvo 543 mil votos, frente a los 64 mil del PRI y sólo 20,150 del PRD. La alianza perdió ante la coalición encabezada por Morena que postuló a Américo Villarreal y obtuvo 710 mil sufragios.

Sólo en Durango y en Hidalgo, el PRI aportó más votos a la alianza opositora que el PAN, pero perdieron en la segunda entidad.

En Quintana Roo el desplome de la alianza fue absoluto. El MC, solo, tuvo más votos que el PRI (65 mil frente a los 14 mil del tricolor), que el PRD (14 mil) y que el PAN (59,982). Morena arrasó en esa entidad con 159 mil votos.

2.-La Tragedia se transforma en tragicomedia.-Antes de los comicios, la atención y la tensión se concentró en los audioescándalos del dirigente nacional priista Alejandro Moreno Cárdenas, Alito, un personaje tan incontinente en sus insultos como en su megalomanía. El derrumbe de Alito no afecta sólo al PRI. Arrastra al PAN, que hace maromas para defenderlo, y a los restos del PRD que actúa como “paraestatal” del PRIAN.

El PRI puede terminar este sexenio sin ninguna gubernatura, con una presencia mediana en la Cámara de Diputados federal y con un acelerado proceso de descomposición. Sería la tercera gran crisis priista (1988, la salida de la Corriente Democrática; 2000, la pérdida de la presidencia de la República; y 2018-2024, la pérdida quizá hasta del registro en varias entidades).

La tragicomedia más patética es la del PRD. Hace tan sólo 4 años gobernaba la Ciudad de México, varias alcaldías en la zona metropolitana y tenía el gobierno de Michoacán. Ahora es una especie de zombie político, que sólo sirve escenográficamente a la alianza PRI-PAN y sus dirigentes principales (si así se les puede llamar) están de apéndices de otra fuerza perdedora que no acabó de nacer: el calderonismo, encabezado por el ex presidente Felipe Calderón, su esposa Margarita Zavala, su sobrina Mariana Gómez del Campo y varios cientos de bots, troles y comentaristas mediáticos sin fuerza ni credibilidad.

En 4 de las 6 entidades donde hubo elecciones, el PRD perderá su registro al no alcanzar el mínimo de 3 por ciento de la votación estatal: Hidalgo, Oaxaca (que hace seis años gobernaba con Gabino Cué), Tamaulipas y Durango.

3.-Morena, amenazada por el sectarismo.-La victoria indudable de este 2022 es para Morena, en términos electorales, políticos, pero todavía no estructurales. Es más grande la simpatía por el lopezobradorismo que la militancia y el voto convencido por Morena. 

El desafío de las nuevas y nuevos gobernadores de este partido-movimiento es enorme en las entidades que ganó en 2021 y en las del 2022 porque tendrán que demostrar que son capaces de inaugurar formas distintas de ejercer el poder, de continuar la democratización de sus entidades y de evitar las presiones de los grupos que pedirán un alto rédito por su apoyo.

El espectro de centro-izquierda que se ha vuelto hegemónico en el país lo mantiene Morena, con grupos internos de larga tradición sectaria y oportunista que pueden derrumbar la frágil estructura de un partido que gobierna más del 60 por ciento del territorio nacional, pero no tiene los cuadros ni los liderazgos de relevo suficientes.

Por un lado, Morena corre el riesgo de derrumbarse cuando acabe el sexenio de López Obrador, quien concentra, sin duda, las tres condiciones de jefe político, líder social y dirigente moral de este partido que apenas llegará a su primera década de vida.

Por otro lado, al no tener una oposición consistente frente al PAN, PRI, MC o PRD, es probable que de sus entrañas surja la coalición opositora, una vez definida la sucesión presidencial. Es decir, 2024 puede ser el verdadero handicap para la viabilidad de Morena más allá del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

El huevo de la serpiente anida ya en Morena. La vendetta de grupos internos tuvo una clara consecuencia este 5 de junio: la derrota electoral en Durango. Lo sucedido en esta entidad es una nueva lección con miras a la sucesión presidencial. Hacen más daño los caballos de Troya disfrazados de radicales que los neo-morenistas que provienen de otros partidos, otras trayectorias y otras alternancias.

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