El pasado 24 de febrero, marcó el segundo aniversario de lo que fue el inicio de la invasión rusa a Ucrania; un acontecimiento que ha desencadenado lo que podría considerarse el conflicto bélico convencional más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Durante estos dos años, se estima que este conflicto ha cobrado cientos de miles de vidas, tanto militares como civiles, y ha provocado el desplazamiento de alrededor de 7 millones de ucranianos debido a la violencia y la continua disputa entre ambos países por el control del Donbass.
En un escenario global lleno de conflictos, donde la crisis humanitaria causada por la invasión israelí a Gaza ha captado la atención internacional, la guerra en Ucrania ha quedado en un segundo plano, a pesar de que los intensos y brutales enfrentamientos armados siguen siendo una realidad cotidiana en la región.
Para subrayar la gravedad de la situación, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, recientemente reconoció la difícil coyuntura que enfrenta su país, calificándola como la más desafiante hasta la fecha. Por primera vez, reveló la cifra de soldados de su bando fallecidos en la guerra, la cual asciende a 31.000. Las pérdidas humanas y la escasez de municiones, junto con la creciente dificultad para reclutar voluntarios para el ejército, representan los principales desafíos a los que se enfrenta la resistencia ucraniana.
En respuesta a esta situación, el presidente ucraniano participó en la cumbre de París, donde solicitó un mayor respaldo y enfatizó la necesidad de fortalecer tanto la estabilidad como las capacidades de Europa en general. Durante su intervención, hizo hincapié en la importancia de mejorar el arsenal y la capacidad de producción de armas, así como en la continuidad del apoyo a Ucrania.
El presidente Macron también hizo referencia a este tema durante la cumbre en la que el fue anfitrión, destacando la urgencia de fortalecer la industria armamentista europea y reforzar la cooperación en este ámbito entre los líderes del continente.
Al evento asistieron jefes de Estado y de Gobierno de alrededor de veinte países, principalmente europeos, incluyendo al presidente español, Pedro Sánchez; al canciller alemán, Olaf Scholz; y al presidente polaco, Andrzej Duda, además de representantes de los países Bálticos. También estuvieron presentes el ministro de Relaciones Exteriores británico, David Cameron, así como delegados de Estados Unidos y Canadá.
Además, el presidente francés ha expresado su preocupación por el "fortalecimiento de la postura rusa", tanto en el ámbito militar como en el político. Se ha destacado la ocurrencia de ciberataques, mientras que el consenso general entre los países participantes en la conferencia es la necesidad de prepararse para posibles acciones agresivas por parte de Rusia en los próximos años.
Aunado a esto, el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, compartió un mensaje en video desde su cuenta oficial en el segundo aniversario del conflicto entre Rusia y Ucrania, señalando que la situación en el campo de batalla continúa siendo grave y que el objetivo de Putin de dominar Ucrania sigue vigente, sin indicios de preparación para la paz. Destacó que Ucrania ha logrado rechazar a Rusia de gran parte de las tierras que había capturado, así como de la mayoría del Mar Negro. Stoltenberg enfatizó el papel crucial del apoyo militar y económico de los aliados de la OTAN en esta situación, recordando los nuevos paquetes de ayuda anunciados por valor de miles de millones de dólares en las últimas semanas.
Además, afirmó que Putin inició esta guerra para bloquear a la OTAN y evitar la membresía de Ucrania, pero resaltó que, por el contrario, Ucrania se ha acercado más que nunca a la OTAN. Concluyó expresando su confianza en que Ucrania eventualmente se unirá a la OTAN, y reafirmó el compromiso continuo de la OTAN de apoyar a Ucrania en su preparación para ese momento.
Sin embargo, y a pesar de las opiniones mayoritariamente favorables hacia el apoyo a Ucrania en Occidente, existen discrepancias en la percepción del conflicto entre los líderes del viejo continente. Por poner un ejemplo que no sea el presidente de Hungría, el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, ha expresado su preocupación por lo que percibe como una escalada de tensiones provocada por el respaldo occidental a Ucrania frente a la agresión rusa. Fico advierte que la estrategia actual contra Rusia ha fracasado y aboga por un enfoque de paz más significativo. Sostiene que Occidente no ha considerado las posibles consecuencias a largo plazo y teme que la situación actual se repita en un futuro cercano.
Desde que su gobierno asumió el cargo el pasado otoño, Eslovaquia ha suspendido la importante asistencia militar previamente brindada a Ucrania, aunque continúa ofreciendo ayuda humanitaria. En el segundo aniversario de la invasión rusa, Fico incluso insinuó que la estrategia occidental podría ser percibida como un intento de "destruir a Rusia", donde, a pesar de reconocer que la invasión viola el derecho internacional, el primer ministro mostró empatía hacia el Kremlin.
Por su parte, el Kremlin ha respondido con firmeza a las discusiones y declaraciones en la cumbre de París y a las declaraciones de Stoltenberg advirtiendo sobre las posibles consecuencias de unirse de Ucrania a la OTAN y sus intentos por recuperar Crimea. Según el Kremlin, "en tal escenario", es decir, si Ucrania busca la membresía en la OTAN y trata de recuperar Crimea, se desencadenaría automáticamente un conflicto entre Europa y Rusia. En tal situación, no habría ganadores y los países europeos se verían involucrados en un conflicto no deseado, siendo arrastrados a la guerra sin siquiera tener tiempo para reaccionar antes de que se invoque el artículo 5.
En este contexto, es alarmante observar cómo varios países europeos, incluyendo a Alemania, han aumentado significativamente su inversión militar. Este rearme gradual de Europa es un recordatorio ominoso de las lecciones aprendidas en el pasado, ya que la historia nos enseña que el camino hacia la guerra está trazado a partir de la acumulación de armas y la retórica beligerante.
Ante esta realidad, es crucial que los líderes europeos actúen con sabiduría y cautela. La búsqueda de una solución pacífica y diplomática debe ser la prioridad absoluta. De lo contrario, corremos el riesgo de repetir los errores del pasado y sumirnos en un conflicto devastador que solo traerá sufrimiento y destrucción a todas las partes involucradas.
En última instancia, el reloj del fin del mundo se ha vuelto a adelantar y Europa se encuentra en una encrucijada alarmante. Sin embargo, lo cierto es que también se está en una posición donde puede optar por elegir entre la guerra o la paz y tomar las riendas para evitar un desastre catastrófico.