Una de las escenas finales de bardo, (última película dirigida por Alejandro González Iñárritu), encuentra al protagonista (quien representa al propio Iñárritu), en el baño de una gran fiesta, celebrada en su honor. En la escena aparece su finado padre, de manera espiritista, – rozando lo fantasmagórico – , dándole una sugerencia en forma de incitación: “Al éxito dale una probadita, haz unos buches y escúpelo, porque envenena”. Haciendo alusión a la volatilidad del éxito, a su impermanencia. A no concebirlo como el lugar de llegada.
Lo anterior a colación dada la metamorfosis que he identificado en algunas personas cercanas, (sino amigos, bien conocidos), que han alterado su carácter y proximidad de diálogo en función de que se han convertido en flamantes candidatos a cargos de elección popular.
Milito en el Movimiento de Regeneración Nacional desde el año 2015; accedí a esta aventura –idearia colectiva- cuando tenía 17 años de edad. Actualmente, en mantenimiento de esa misma militancia, a mis 27 años de edad he desarrollado exponencialmente mi olfato.
La crítica o derramamiento de tinta eléctrica, no la planteo como un desahogo personal. Reitero, en ésta breve, – pero bien transitada – década de caminata, ha sido una constante observar la transfiguración económica; vestimental; lingüística; afectos gastronómicos e incluso aspiracional afectiva, en la que han sido poseídos los nacientes adictos al fuero.
Amigos, que se volvieron diputados, y de manejar un austero y despintado vocho; pasaron a arrendar un chofer 24/7 y a hacer de sus desplazamientos una vacación embriagante, en sus amplísimas y robustas camionetas con vestiduras de piel.
De igual forma, he visto a unos cuantos volver a la incomodidad del vocho, producto de su fracasada aspiración reeleccionista; así como por su nula cultura financiera que los hace incapaces de separar un monto de su jugosa dieta, planificando el ahorro de su eventual jubilación política.
El riesgo no es la decadencia del millonario accidental, aquel que gana la lotería a partir de un boleto encontrado, sin buscarlo, hurgando migajas en algún cesto público de orgánicos. (Muchos conocidos / as, obtuvieron así su pase a San Lázaro).
El riesgo llega cuando al ser electos se insertan ellos mimos a las burbujas del sí señor; la hora que usté diga; lo hizo impecable. Es usted el más guapo, el salvador de la patria, el prohombre que somos inmerecidos de ver a los ojos.
La adulación es un veneno igual de mortal que el éxito; un veneno que dinamita internamente a quien lo recibe.
Es ácido directo a las pupilas, que impide observar y analizar la realidad.
Tengan pues cuidado, amigas y amigos, eventuales degustadores de fuero y de la buena dieta. No sea que sus entornos, acolchonados de empalagosos y adulantes calificativos, terminen siendo sus mayores enemigos.
Aquellos, que sin darse cuenta, los regresen al sufrimiento inmerecido del trabajo que se remunera por hora. Y no por saliva demagócica.