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  • hace 2 días
  • 08:06
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El Estado y la regulación tecnológica parte I. Capacidades y transformación

El Estado y la regulación tecnológica parte I. Capacidades y transformación

Por Ernesto Ángeles .

Ante las aceleradas olas de cambio y novedades tecnológicas que ocurren día a día y de las que no sólo somos testigos, sino también participantes, beneficiarios, usuarios y víctimas; surgen una serie de preguntas y previsiones ante el futuro cercano, muchas de las cuales no pintan nada halagüeñas para una sociedad justa, armoniosa, democrática, igualitaria o libre y cuyos síntomas en la realidad empiezan a ser bastante evidentes:

Robots y sistemas inteligentes creados para que las empresas se libren de la necesidad de contratar personas; empresas monopólicas hiper poderosas con más capacidades que los Estados; un modelo de economía basado rentas pagadas a empresas que se comportan como señores feudales; élites súper longevas y mejoradas biológica y tecnológicamente; sociedades acríticas administradas por agentes de inteligencia artificial; armas autónomas fuera de control.

En fin, el futuro se revela plagado de riesgos y peligros para las sociedades; además, este proceso se acelera y refuerza por la tendencia de los desarrolladores de tecnología a querer solucionar problemas con más tecnología, promocionándola en los medios como si esta fuera la panacea, tal como pasa con el cambio climático y lo ilógico que es apostar por producir masivamente coches eléctricos sin cambiar el modelo de transporte de las ciudades.

Entonces, si estamos inmersos en un proceso retroalimentado que no sólo trae situaciones problemáticas, sino que exacerba otras crisis como la desigualdad, la pobreza y el abuso al ser humano ¿qué es lo que puede hacerse para disminuir el potencial inseguro de la tecnología y quién puede lograrlo?

En primera instancia, el Estado es la entidad encargada y capacitada para intervenir entre los intereses del capital privado (nacional y extranjero), los intereses de la población y de todo actor enmarcado en la organización estatal. Esto no significa que otras entidades como las empresas, las organizaciones o la población estén desprovistos de capacidad para incidir en la estructuración y funcionamiento del sistema tecnológico digital nacional y su relación con el sistema internacional.

Si el Estado es capaz de generar cambios en la relación tecnología-sociedad ¿Qué debería o qué puede hacer?

Es imperativo señalar que no todos los Estados son iguales y no tienen las mismas capacidades, por lo que su margen de acción en materia digital va desde crear, reordenar, potenciar y administrar mercados tecnológicos; capacidad de negociación para regular el sistema tecnológico o hasta ser meros espectadores de la tecnología, incapaces de actuar contra el mundo digital por la posibilidad de ver evaporados los beneficios que internet , sus servicios y otras tecnologías digitales traen consigo para la sociedad y la economía.

En el primer caso tenemos ejemplos como Estados Unidos y China, los cuales no sólo cuentan con gran capacidad regulativa e impositiva, sino que además tienen empresas tecnológicas nacionales muy por encima de otros actores, esto les asegura la posibilidad de incidir en el mercado digital mundial decisivamente, ya que cualquier cambio profundo a su sistema digital interno fácilmente se puede expandir y exportar a otros países, ya ni se diga su capacidad de potenciar industrias internas por medio del gasto público e incentivos fiscales y financieros, todo esto se traduce en la capacidad de establecer estándares tecnológicos a nivel internacional, los cuales no sólo son benéficos económicamente, sino también traen consigo la inherente promoción de valores políticos inmersos en la tecnología  y su funcionamiento.

En segundo peldaño están aquellos países que ocupan un lugar importante en las cadenas productivas y en el sistema digital internacional, ya sea por el tamaño de su economía, sus mercados internos o su posición en las cadenas productivas a nivel mundial. Entre estos países encontramos casos como el de la Unión Europea, Rusia, India, Arabia, Irán, Argentina o México.

Éstos se caracterizan por tener pocas industrias y empresas digitales gran tamaño, pero contar con ecosistemas digitales nacionales dinámicos, con algunas empresas nacionales con proyección mundial como Spotify, SoundCloud, Mercado Libre o Kavak, así como con algunas soluciones tecnológicas locales, muchas de ellas de tecnología no avanzada; sin embargo, sus capacidades (individuales) no son suficientes para presionar por una reconfiguración de las dinámicas y los actores internacionales de dominio tecnológico, por lo que centran su atención en un complejo equilibrio entre la manutención, ordenamiento y crecimiento de su sistema digital nacional frente a los intereses y capacidades del capital extranjero, muchas veces por medio de su capacidad regulativa.

Por último, están aquellos países cuyas capacidades y mercado digital nacional dependen casi en su totalidad de servicios y productos extranjeros, mientras que su desarrollo de opciones de tecnología digital local son escasas; asimismo, la provisión y disponibilidad de internet es limitada en su territorio, por lo que su “brecha digital” entre gente conectada y no conectada sigue siendo significativa, lo que vuelve a su sistema digital dependiente y bastante vulnerables a los vaivenes geopolíticos. Sin mencionar su poca o nula posibilidad de participar en la gobernanza internacional del sistema digital, por lo que buena parte de su marco regulativo coincide con modelos de gobernanza promovidos por instituciones como la OMC, la OCDE o directamente de acuerdos y tratados internacionales.

Tal como es posible observar, los Estados tienen diferentes capacidades y características en sus sistemas digitales, varias de las cuales son derivadas de su posición geopolítica y geoeconómica, les brinda la posibilidad de introducir cambios en como se estructura y funciona su sistema tecnológico; empero, debido al canon ideológico promovido por el orden neoliberal, el Estado se había mantenido mínimamente interesado en regular este sistema, especialmente debido al temor de alejar los supuestos beneficios que trae consigo la tecnología digital, permitiéndole a tecnologías como internet el evolucionar con la menor intervención estatal (mas no empresarial).

Ante cambios suscitados desde 2016, como el Brexit, los cuales marcaron el inicio simbólico del proceso de desglobalización, así como debido al evidente poder y abuso de las empresas tecnológicas, actualmente los países buscan o, al menos, se preguntan cómo se le podría poner orden a tecnologías digitales como la IA, la tecnología blockchain o la biotecnología con el fin de minimizar riegos y peligros; no obstante, dadas las capacidades desiguales entre los Estados y sus empresas, así como los intereses en juego, las estrategias de regulación entre los Estados difieren sustancialmente, mismas que serán objeto de estudio en el siguiente artículo.