El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra. Juan 8:7-8
A menudo, en medio de las trágicas noticias que hablan del conflicto en curso entre Palestina e Israel, se pasa por alto el papel y la perspectiva de las sociedades occidentales de mayoría cristiana, donde el cristianismo mismo, es un elemento que tenemos las sociedades ajenas al conflicto para comprenderlo mejor, pues este (el cristianismo), es una religión que desciende del judaísmo y ha sido una de las bases fundamentales de la cultura occidental.
La influencia del cristianismo en la cultura occidental en general es innegable. La religión cristiana ha moldeado la moral, la ética y las instituciones en muchas partes del mundo, lo que nos otorga una responsabilidad única en la búsqueda de soluciones a este conflicto, ya que como decía el Papa Pio VI, “espiritualmente todos somos semitas”. Por ello, a medida que exploramos la historia y los lazos entre estas religiones, debemos considerar cómo podemos contribuir a la paz y la comprensión, en una región que ha estado marcada por la tensión durante tanto tiempo.
Hay que considerar también que, es a través de la religión que, en gran medida, podemos encontrar el punto de partida de desacuerdos, valores, creencias y también de donde podemos rastrear el conflicto ancestralmente.
En ese sentido vale la pena partir del contexto cultural en el que se desarrolló esta religión, el cual es la región de Judea hace poco más de dos mil años. En aquel momento, el contexto cultural del medio oriente se había desarrollado gracias a los romanos, quienes, a su vez, le habían dado continuidad a la cultura y religión griega. Por ello que es buena idea no pasar desapercibido que todos los cristianos, en buena medida descienden de este sincretismo religioso y cultural, producto de Roma y el judaísmo.
Sin embargo, algunos académicos como Bocaccini (1991), han sostenido que el judaísmo abarca diversas corrientes religiosas, incluyendo judíos rabínicos, caraítas, samaritanos y cristianos. Desde esta perspectiva, el judaísmo se presenta como un espectro diverso de creencias y prácticas que incluyen incluso al cristianismo.
Por otro lado, Robinson, un estudioso de las religiones, discrepa con Boccaccini. Él argumenta que el cristianismo, en particular, exhibe una identidad distintiva que lo diferencia de otras corrientes judías. En su opinión, la identidad cristiana es tan marcada que cualquier persona, independientemente de su afiliación religiosa, podría identificar a un individuo como cristiano, a diferencia de los judíos cuya identidad religiosa puede ser menos evidente para quienes no comparten su fe.
En este contexto, Indudablemente, la herencia cristiana tiene profundas raíces en la tradición judía, a tal grado que, en sus primeros tiempos, los seguidores de Jesús no se autodenominaban cristianos, sino que se identificaban principalmente como judíos. Fue sólo más tarde, con el papel de Constantino que, al vincular el cristianismo con el Estado Romano, surgió la clara distinción. Antes de esta transición, al igual que los judíos, los primeros seguidores de Jesús enfrentaron persecución por parte de diversos imperios y estados, a menudo debido a que se los consideraba aún como judíos.
Por lo tanto, para entender plenamente el conflicto palestino-israelí, debemos considerar cómo el cristianismo, con sus raíces en el judaísmo y su influencia en la cultura occidental, desempeña un papel en esta disputa. No es solo un conflicto de tierras y fronteras, sino también un conflicto arraigado en las profundas creencias y tradiciones religiosas que han evolucionado en esta región a lo largo de la historia. Empero, también podemos ver claros ejemplos de coexistencia pacífica entre estas religiones y sociedades a lo largo del tiempo.
Al-Ándalus, por ejemplo, fue un reino que duró casi mil años, situado en la actual España y Portugal. Este fue un claro ejemplo de paz, ya que, bajo dominio musulmán, ciudades como Toledo fueron un ejemplo histórico de coexistencia religiosa. Judíos, cristianos y musulmanes vivieron juntos en relativa armonía, compartiendo conocimientos y colaborando en diversas áreas, como la filosofía, la medicina y la ciencia.
Asimismo, El Imperio Otomano, durante gran parte de su historia, permitió la coexistencia de diversas religiones, incluyendo musulmanes, judíos y cristianos. Aunque hubo altibajos, en general, las comunidades religiosas disfrutaron de ciertos grados de libertad y autonomía religiosa. Fue también bajo el dominio otomano, que Jerusalén fue un lugar de convivencia religiosa, con cada grupo religioso teniendo control sobre sus sitios sagrados. El Tratado de Status Quo de 1852 ayudó a regular las relaciones entre las comunidades religiosas en la ciudad. Sin embargo, el vacío de poder derivado del fin de la primera guerra mundial y la disolución del imperio, dio origen a cada vez más enemistad de la cual incluso hoy somos testigos.
Igualmente, Jerusalén en la época medieval, bajo dominio musulmán fue una zona relativamente pacífica, salvo por las violentas cruzadas, por ello es que es crucial recordar que toda esta herencia también comparte raíces religiosas con el islam, ya que las tres religiones tienen en común el legado del patriarca Abraham y consideran a Jerusalén como un lugar sagrado. Esta conexión religiosa añade una capa adicional de complejidad al conflicto, ya que las reclamaciones sobre la Tierra Santa están intrínsecamente relacionadas con las creencias religiosas y espirituales de estos pueblos.
Otro ejemplo exitoso de convivencia es Marruecos, donde ha sido históricamente un lugar donde judíos, cristianos y musulmanes han vivido juntos en relativa armonía. Las comunidades judías marroquíes han existido durante siglos y han desempeñado un papel importante en la vida del país hasta la fecha, por lo que el caso Palestino en concreto se vuelve cada vez más, un escenario propio del radicalismo de ciertas ideologías políticas de origen religioso como el “islam político” y el “sionismo radical”.
Por otro lado, una postura común entre los cristianos es abogar por la paz y la reconciliación en la región, ya que esto, surge como una consecuencia natural de seguir los principios de amor, perdón y justicia para trabajar en pos de la resolución del conflicto.
Hay que considerar seriamente que los cristianos y las sociedades occidentales pueden desempeñar un papel crucial en la defensa de los derechos humanos en el conflicto como parientes espirituales de ambos grupos. Esto incluye la protección de los derechos de todas las personas involucradas, independientemente de su origen étnico o religión. Enfatizar el respeto por la dignidad humana y la justicia social es fundamental. Igualmente, fomentar el diálogo y la comprensión interreligiosa es esencial. El cristianismo, el judaísmo y el islam comparten raíces en común, y promover la tolerancia y la cooperación entre estas religiones puede contribuir a la resolución de conflictos.
Esto es algo que preocupa a muchos agentes ajenos al conflicto, por lo que es común ver que muchas organizaciones cristianas están involucradas en proyectos humanitarios en la región, brindando asistencia y alivio a las comunidades afectadas por el conflicto. Sin duda que, en este punto de la historia, la importancia de apoyar estas iniciativas por caridad y filantropía se ha vuelto mayúscula.
Algunos cristianos abogan por una postura neutral en el conflicto y se centran en ser mediadores imparciales, lo cual es un acierto, ya que resaltar la importancia de no tomar partido y buscar soluciones equitativas puede ser la base para una solución a largo plazo en la zona. Estos, también, por lo general respaldan la postura que promueve la solución de dos estados, que implicaría la creación de un estado palestino independiente junto a Israel. Una postura a la que se niegan los fundamentalistas islámicos, pero no los sionistas más recalcitrantes.
En última instancia, fomentar la educación y la conciencia sobre el conflicto y sus complejidades es esencial. Subrayar la importancia de comprender las raíces históricas y las dimensiones multifacéticas del conflicto puede contribuir a generar un mayor apoyo a soluciones pacíficas y significativas. Además, identificar y respaldar a grupos y líderes moderados en ambas partes del conflicto que buscan una resolución pacífica y la coexistencia es de suma importancia. Por tanto, es crucial no tomar partido de manera directa, ya sea por afinidad ideológica o por seguir tendencias, ya que estos Líderes y grupos desempeñan un papel fundamental en la construcción de puentes que conducirán a una paz duradera y significativa en la región.