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  • 24 Feb 2023
  • 17:02
  • SPR Informa 6 min

CDMX vs Medellín

CDMX vs Medellín

Por Mónica Muñoz .

Muchas veces, los que vivimos en la ciudad de México creemos que la ciudad está muy desarrollada y que todos esos edificios de Santa Fe y de Reforma son necesarios para sentarnos tranquilos a tomar un Starbucks y sonreír tomando el vaso de plástico que dice nuestro nombre. La realidad es, que si bien hay algunas mejoras a merced de las zonas con mayor movimiento económico y esfuerzos como los carriles de bicicleta, el caos continúa. Seguimos sobreponiendo piezas en una masa amorfa que moldea también a los habitantes, desesperados por llegar a su trabajo, impacientes por llegar a sus casas, ansiosos porque el tiempo no rinde y también es necesario tomar clase de yoga y relajarse.

Y es que, como ciudadanos, estamos lejos uno del otro. Vivimos en una burbuja en la que el egoísmo es la base de la vida diaria y me pregunto, ¿en qué momento nos descompusimos?, ¿en qué momento dejamos de pensar en el otro?

La semana pasada que estuve en Medellín, la segunda ciudad principal de Colombia, lo primero que pensé es que era una versión austera de México, como si fuera una copia en cuanto a las vías de bicicletas y otras amenidades como el parque Arvi que es como ir el fin de semana a La Marquesa. O su centro histórico, muy parecido al centro histórico chilango pero de hace quince o veinte años, cuando en medio de la inseguridad y los comerciantes ambulantes se dejaba ver el legado arquitectónico de los españoles. 

Esa fue mi impresión los primeros días cuando sentía ese ánimo de conocer los lugares más bonitos y aún me ganaba el ansia por capturar las mejores fotos. A lo largo de los días me di cuenta de que el encanto de la ciudad no radicaba en las plazas públicas ni en los miradores, y eso que desde los miradores tienen la particularidad de que puedes escuchar el ruido de la ciudad desde lejos, como si fuera una masa aparte y no dentro de esa vorágine. La magia de la ciudad estaba en la forma en que los medellinenses o, como se dicen ellos mismos, los paisas, viven su ciudad. 

Las personas viven pendientes de las calles, de las cuales, todas tienen señalización para personas con discapacidad visual. En el supermercado, es grande el estacionamiento que tienen para bicicletas. La vialidad, a pesar de todas las motocicletas que transitan, es bastante avanzada. En cada vuelta hay rotondas que permiten un mejor paso. Para obtener una licencia de conducir emitida por el Estado, es obligatorio tomar 30 horas de teóricas, 5 horas de taller y 30 horas prácticas de manejo, lo cual ha creado una consciencia vial que se nota en los automovilistas, sumado a que no hay un enojo desmesurado cuando alguien comete un error al volante. 

“Me duele que esos arbolitos vayan a morir” escuché en varias ocasiones cuando se referían a alguna vía nueva que tenían que abrir para que pasara el transporte colectivo o se aumentara un carril. Y es que la limpieza en la ciudad, en general, se nota. Hay muchas áreas verdes y las personas tratan de cuidar su ciudad porque además están orgullosas del sistema de transporte colectivo y que todos los ríos están encauzados para proveer agua potable en el grifo de cada una de las casas.

El Inder es una institución que tiene complejos deportivos muy grandes, por ejemplo, el Complejo Acuático de Medellín que cuenta con 7 albercas, una de ellas semiolímpicas y cuyo acceso es gratuito, incluso para extranjeros. Y eso, al menos en la ciudad se nota: las personas no sufren de obesidad.

Mi intención no es idealizar la ciudad pues tiene también su lado oscuro. Los robos a automóviles se notan en casi el 100% de la población que polariza sus vidrios para evitar el robo de celulares. O la discriminación de mujeres hacia mujeres. O la gente que en general no puede salir después del anochecer caminando pues los motociclistas aún roban en las calles a los peatones, y eso sumado a que el narcotráfico aún no termina y aún existe violencia por el tráfico de drogas. Sin embargo, se han hecho esfuerzos muy grandes porque se restablezca cierto orden después de ser la ciudad más violenta de todo el mundo debido a la guerra contra Pablo Escobar. 

Ya no quieren más guerra, se escucha decir. La comuna 13, una de las zonas más azotadas por la violencia se ha convertido ahora en una zona turística donde los jóvenes muestras algunas obras de arte, y aunque carece de una identidad, la zona dejó de estar permeada de delincuencia, ¿por qué en el barrio de Tepito no sucede esto?

No es que la ciudad de México no haya pasado por una violencia atroz como muchas otras ciudades. Berlín, por ejemplo, también se reconstruyó después de la guerra. Y podemos continuar con la lista, ¿qué necesita la ciudad de México para hacer consciencia en las personas?, ¿cuántas guerras más, cuántas revoluciones se necesitan?, ¿hasta dónde es necesario caer?, ¿cómo reconstruirnos después del caos?