Ningún país del mundo debería darse el lujo de organizar unos Juegos Olímpicos, mucho menos si la supervivencia económica depende de los trabajadores más pobres, esa es la actual disyuntiva en el mundo, el éxito de ninguna empresa, de ningún proyecto, de ningún evento debe descansar ni en la explotación ni en la pauperización del trabajador.
Aunque el Comité Organizador de París 2024 aseguró que contaba con 4 mil 400 millones de euros para realizar la justa olímpica, las últimas cifras del costo de organizar los juegos en París rebasan los 11 mil millones de euros, casi el triple del presupuesto planteado por el COI.
Estos once mil millones de euros incluyen, mil millones en la fallida limpieza del río Sena, los organizadores aseguran que ya está listo para las competencias e incluso la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, nadó en el Sena hace unos días como supuesta prueba de su limpieza, después de una campaña en redes sociales de franceses inconformes que pedían defecar en el Sena.
El gasto para organizar los Juegos Olímpicos en París contrasta con la situación económica de Francia y la gestión de Macron, quien ha pasado la factura a la clase trabajadora. El déficit del Gobierno Francés en 2023 fue de 154 mil millones de euros, lo que supone el 5,5% del PIB del país. La deuda acabó el año pasado en los 147 mil 400 millones de euros, el 110,6% del PIB.
Mientras tanto, Macron impulsó una reforma de pensiones sin votación en el Parlamento que aumentó la edad de jubilación de 62 a 64 años, con el argumento que la jubilación a los 62 es inviable económicamente, a pesar de que Francia tiene una de las tasas de inactividad más altas entre los mayores de 55 años.
A principios de 2024, el gobierno francés contempló la idea de eliminar subsidios al combustible que se utiliza en la agricultura, que aunado a otras medidas de la Unión Europea en contra del campo provocó manifestaciones en varias ciudades galas.
Pero Macron no se iba a perder la oportunidad de presumir París a sus cómplices de la OTAN, a sabiendas de que los Juegos Olímpicos no son un negocio rentable, de las últimas 13 ediciones olímpicas, solamente 3 han visto un retorno de la inversión, Sidney 2000 fue la última, y en el caso de los Ángeles, el retorno de inversión se dio en gran parte a que fue la única sede que presentó su candidatura para albergar los juegos, lo que redujo las exigencias del COI y por lo tanto su presupuesto.
Caso emblemático de la deuda que conlleva unos Juegos Olímpicos fue el de Grecia, en 2004 albergó la justa veraniega en Atenas, dos décadas después sigue sin ser claro el verdadero costo de los Juegos, las estimaciones varían entre 5 mil millones y 27 mil millones de euros. Lo que se sabe a ciencia cierta es que el déficit presupuestario griego pasó del 3,7 % del PIB en 2002, al 7,5 % en 2004, y la deuda estatal subió en un año de 182 mil millones a 201 mil millones de euros.
La inversión en infraestructura deportiva ni siquiera pudo ser aprovechada por los griegos, la mayoría de las instalaciones olímpicas están en desuso por falta del mantenimiento. Situación similar vivió Brasil, el costo de mantenimiento de las instalaciones olímpicas provocó que ahora estén inservibles, para darse una idea de lo oneroso que es mantener estas sedes, un cálculo la Universidad de Lausana, Suiza, proyectó que el mantenimiento de las infraestructuras de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi 2014 representa una carga de más de mil millones de dólares al año para Rusia.
Para organizar Río 2016, Brasil se endeudó por más de 20 mil millones de dólares, sin considerar el costo ecológico, por ejemplo, la construcción de la carretera Trans-Olímpica, costó de 634 millones de dólares, exigió la reubicación de al menos 875 familias y la destrucción de 200 mil metros cuadrados de vegetación protegida.
La falta de información y las subvenciones ocultas hacen casi imposible conocer el gasto real para organizar unos Juegos Olímpicos, la deuda de las naciones que lo albergan, y las ganancias privadas generadas por loe Juegos Olímpicos que se desarrollan a costa de la clase trabajadora de cada país sede.