Los libros en rotación

Así como mostraban estantes sin papel de baño al comienzo de la pandemia, ronda en una red sociodigital la fotografía de un par de libreros vacíos en la Librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, como que no hay libros. En ambos casos, la escasez existía solamente en un deseo de crear pánico. A veces cuando voy a la tienda no hay cigarros en el exhibidor y hasta que se los pido al tendero corre a resurtirlo. También cuando uno trabaja en una librería hace múltiples movimientos: para hacer una devolución, reacomodar una sección, dinamizar los espacios de una librería tan viva como esa.

Los libros se mueven. Y creo que todos lo tenemos claro, lo sabemos, sin embargo hay quienes quieren hacer como que no lo saben o -peor aún- falsear la realidad. Hubo incluso quien dijo en esa misma publicación en redes que "Nadie quiere dar sus novedades a consignación porque quién sabe si algún día les paguen a las editoriales”. ¿Quién es “nadie? Pues hasta donde yo sé solamente una editorial dejó de surtir sus libros por una diferencia a la hora de romper con el modelo más neoliberal que también ha imperado en el mundo editorial. Además, en la Rosario (como le digo ya que estoy ahí unos 6 días a la semana) hay al menos 7 mil editoriales en sus libreros. Algunos de los libros que he comprado ahí nunca los había encontrado o tenían unos días de haber salido de la imprenta. También por un cariño personal muchos han sido de literatura infantil y juvenil, y otros tantos de poesía, pues durante los 9 meses más duros de la pandemia me decidí a escoger y compartir cada día un poema diferente con las miles de personas que se refugiaban en las redes sociodigitales para resistir al encierro. La variedad de títulos en esa librería es inmensa (claro que siempre puede mejorar), pero también es mucho más accesible pues los precios son más variados; económicos, como no sucede normalmente en las librerías.

“Ahora es como un hoyo negro, lo que entra quién sabe a dónde va a parar". Es esa maledicencia tan ramplona en redes la que me hace creer que todos sabemos por qué el interés en falsear la información, en contribuir con la infodemia. Pues hay una parte de la élite cultural que está tan enojada por haber perdido algunos de sus privilegios que intenta crear espejismos para difamar. La misma élite a la que no le gustan "los "libros' de 10, 15 y 20 pesos” como dice otro de los comentarios a la publicación, porque puedo asegurarlo, en el fondo de su corazón no le gusta que los pobres también podamos leer.

Algo me preocupa de esos libreros de la fotografía; si algunos de los que escriben en este país dedican su limitada inventiva en crear noticias falsas en lugar de intentar hacer un buen cuento o escribir un poema decente, ¡qué libros querrán poner después en los libreros!. Se siente algo triste que mentes que podrían escribir algunos textos interesantes pierdan el tiempo en esa fobia y arrogancia que pavonean en las redes. Afortunadamente todos los días llegan nuevas voces a la Rosario y recuperamos otras que el sistema anterior no hubiera permitido. La librería es como un bosque y, como en los cuentos de hadas, algunos de sus signos llevan a la brujería de la infodemia; pero si nos quitamos las vendas y los prejuicios tal vez leamos otros signos y logremos hacer de este un país en donde todas y todos puedan ser lectores.