El Polo Norte siempre se ha considerado como un territorio inhóspito e indómito, no obstante, parece ser que una nueva era se avecina, pues se están sincronizando una gran cantidad de sucesos principalmente climáticos y geopolíticos.
No es ningún secreto que el clima está cambiando en todo el mundo y cada vez de maneras más radicales y sorprendentes, sin embargo, lo que llama la atención, es como ésto terminará por determinar las ya de por sí tensas relaciones entre todos los países que comparten fronteras en el círculo polar ártico.
Y es que, a pesar de que el Polo Norte no le pertenece a ninguna nación en particular, el cuerpo de agua que rodea la Plataforma Continental Ártica es compartido por varios países, como lo son: Canadá, Estados Unidos, Rusia, Dinamarca, Islandia, Noruega, Suecia y Finlandia. Dichos países han establecido una gran cantidad de acuerdos y también han dialogado sobre visiones en común a través de lo que se conoce como “El Consejo Ártico”. Este consejo se gestó a principios de la década de los noventas como un movimiento político en favor del medio ambiente, el cual, desde entonces, ya se veía muy mermado.
Por ejemplo, según los informes del programa de observación del Ártico de la NASA, este ha perdido una cantidad muy significativa de hielo marino en las últimas décadas, pues desde que empezaron las mediciones, en 1979, la extensión media del hielo marino del Ártico en septiembre de 1979 a 2020 disminuyó a una tasa de aproximadamente del 13% por década.
En otras palabras, la extensión media del hielo marino del Ártico en septiembre (que es cuando se registra por lo general la extensión mínima de hielo en la región), ha disminuido en aproximadamente un 50% en comparación con el promedio de la década de 1970. Esta pérdida de hielo ha tenido un impacto significativo en el ecosistema, así como en las comunidades que dependen del hielo marino para su sustento, ya que estas comunidades tradicionalmente han utilizado el hielo marino para la caza, la pesca y el transporte, y su estilo de vida está profundamente arraigado en la naturaleza y los recursos del Ártico. Sin embargo, el deterioro de su hábitat ha afectado significativamente sus medios de subsistencia, ya que les ha resultado cada vez más difícil acceder a las áreas de caza y pesca tradicionales.
Además, el cambio climático también ha afectado a los animales que dependen del hielo marino, como los osos polares, peces, focas y ballenas, lo que ha hecho más difícil obtener alimentos para estas especies, por lo que así se explica que incluso muchas ya están en peligro de extinción desde hace décadas.
El cambio del “clima político”
El “clima” geopolítico no ayuda en lo absoluto, pues desde que comenzó la guerra en Ucrania, hace un año, El Consejo Ártico no ha quedado exento de una politización tóxica, a pesar de que este es un organismo creado fundamentalmente para hablar sobre sostenibilidad y medio ambiente, lo que ha llevado a algunos desacuerdos en cuestiones como la gestión de los recursos naturales en la región ártica y la cooperación científica.
Cabe destacar que la nación más influyente en la región, en términos de territorio, costas, actividad económica y población es Rusia. Aproximadamente el 70% del total de las actividades económicas se llevan a cabo en territorio ruso, además, también es la zona polar rusa la que ocupa cerca del 60% de toda la región, y donde vive más de la mitad de la población autóctona del Ártico.
En buena medida es necesario deshacernos de esa imagen mental que tenemos del Polo Norte como esa tierra de fantasía y eterna nieve, porque ya no es así, pues además del preocupante ritmo del deshielo, es muy probable que aquí se geste un nuevo conflicto internacional de magnitudes insospechadas.
Y es que no es para menos, ya que según un informe reciente del Servicio Geológico de los Estados Unidos, el Ártico alberga aproximadamente una cuarta parte de las reservas de hidrocarburos no descubiertos de la Tierra: el 13% del petróleo, el 30% de su gas natural y el 20% de sus líquidos de gas natural.
Aunado a todo esto, se estima que también la región sea muy rica en minerales como el
zinc, cobre, níquel, oro, entre otras, y el calentamiento global, que ha derretido gran parte de la región, pareciera una oportunidad de ensueño para los amantes del “progreso” puesto facilita la perforación, exploración y extracción de recursos. No sólo eso, sino que también cada vez se abre más al turismo internacional por estos mismos motivos relacionados al deshielo y que hay cada vez más zonas climáticamente accesibles.
Todos los países con territorios en el Círculo Polar Ártico tienen derecho sobre el suelo marino próximo a sus costas. También pueden establecer zonas económicas exclusivas, hasta 370 kilómetros desde la costa. Por ello se vuelve especialmente relevante el hecho de que existe una disputa sobre una cresta de 1.721 kilómetros de montañas bajo el mar llamada “la Cresta de Lomonósov”, que atraviesa el Polo Norte. Canadá, Rusia, Estados Unidos y Groenlandia se autoproclaman como dueños del territorio, el cual es profundamente relevante para el futuro de la región, pues quien tenga éxito también podría reclamar aproximadamente 140,000 mil kilómetros cuadrados de mar alrededor del Polo Norte, lo que en el contexto económico representan evidentemente más recursos que explotar.
El problema fundamental es que, al ser el Ártico una zona mayoritariamente de agua, no existe un tratado internacional que la proteja realmente del desarrollo económico, como en el caso de la Antártida.
Es por ello que se vuelve profundamente relevante para la humanidad el llegar a un consenso sobre sostenibilidad ambiental, pues no puede ser posible que la preocupación de la inmensa mayoría mundial, sea vista como un área de oportunidad para el capitalismo sin ética y de visión cortoplacista, pues es bien sabido que el derretimiento de los polos está relacionado con consecuencias significativas y negativas en todo el mundo, incluyendo el aumento del nivel del mar, cambios en los patrones climáticos, la pérdida de biodiversidad y la liberación de gases de efecto invernadero.
A pesar de que se ha mencionado hasta el cansancio que es necesario tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar los efectos del cambio climático, llama la atención que aún no es la prioridad de las naciones el hacer algo verdaderamente significativo por salvar al planeta de la catástrofe inminente, pues parecieran estar más preocupados por temas relacionados a la seguridad, la soberanía y el beneficio económico, ya no se percibe un cambio de paradigma en ese sentido.
¿Se pueden volver a congelar los polos?
Existen algunas teorías sobre la posibilidad de volver a congelar los polos, por ejemplo, una forma de recongelar el Ártico sería mediante la construcción de grandes plataformas flotantes que produzcan sombra para reducir la absorción de la radiación solar. También se ha propuesto la idea de cubrir el hielo marino con capas de material reflectante para evitar que la luz solar llegue al agua debajo o la inyección de partículas en la atmósfera para reflejar la luz del sol. Otra propuesta consiste en utilizar la energía solar para producir hidrógeno, que se enfriaría y luego se liberaría en el aire para enfriar la atmósfera.
Sin embargo, estas soluciones son muy costosas y podrían tener impactos ambientales impredecibles, pues aún hay muchas cosas que no sabemos sobre este tipo de manipulación del medio ambiente por lo que hasta ahora resulta más efectivo centrarse en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y en la mitigación de los impactos del cambio climático, para evitar que el hielo polar siga derritiéndose.
Por otro lado, mientras el dinero de los países se siga destinando fundamentalmente al gasto militar, nunca sabremos si es posible compensar el daño que le hemos hecho al planeta a través de la creación de este tipo de tecnología, pues no existen los recursos suficientes, ni la voluntad política para implementarlas a gran escala, por lo que no será posible verificar su viabilidad o eficacia, al menos en los próximos años, los cuales, serán cruciales para el destino de nuestra especie y el mundo entero.