Me adelanto: si bien no hay una candidatura ni algún partido proveniente de la ultraderecha ha habido muestras de algunos sectores que han empezado a tomar comportamientos, palabras y actitudes de la extrema derecha en estas elecciones.
Afortunadamente no tenemos partidos, corrientes ni candidatos de la derecha dura, a diferencia de varios países vecinos de la región. En general en México no ha habido figuras y fenómenos de éxito de la extrema derecha. Aunque hemos tenido dolorosas excepciones como la guerra cristera y los cristeros, la guerra sucia y persecución de movimientos de izquierda durante la guerra fría y grupos clandestinos como el MURO, los Tecos en Jalisco, el Yunque en el Bajío, el sinarquismo y algunos extremistas religiosos. Se puede caracterizar a la ultraderecha mexicana como violenta, clandestina y secreta, así que por lo general son reprochables e infames.
Sin embargo, desde hace una década la extrema derecha ha tomado presencia en el debate público, obtenido éxitos y avanzado. El fenómeno de Donald Trump fue una ruptura de los sistemas de partidos en occidente, y con ello la llegada de Bolsonaro, Ortega, Bukele, Milei, y otras varias figuras en otras latitudes. Además que varias de esas figuras, sus partidos y corrientes han tenido la obsesión de organizar eventos de apoyo como la CPAC (que se realizaron conferencias aquí) organizadas por organizaciones de derecha que intermedian como Caminos de la Libertad, Fundación Disenso, entre otras.
Las muestras de simpatía por la ultraderecha las observamos principalmente con las campañas de mentiras en redes sociales, medios y las campañas electorales mismas de la oposición; como lo fue las tendencias artificiales de #narcopresidente y #narcocandidata y que después candidatos de la oposición también los usaron para atacar. Ya han sucedido otras veces en campañas de candidatos de derecha y sus partidos como Trump contra Hillary y Bolsonaro contra Lula. Es muy preocupante que se haya normalizado la mentira en el debate público, y patético que personajes como José Antonio Crespo y Jorge Castañeda lo justifiquen, y el exhibicionismo de los “intelectuales” que llamaron al voto por Gálvez la semana pasada al mentir solo ella apoya a la democracia.
Los insultos en la discusión pública también es una muestra muy delicada de romper límites de la extrema derecha. Insultos e improperios sucedieron con personajes como Brozo, Carlos Alazraki y Macario Schettino. La búsqueda por rebajar a insultos es muy preocupante. El debate público fue muy dañado por las agresiones verbales de Trump, Bolsonaro y más recientemente Javier Milei en cada uno de sus respectivos países.
Asimismo, las agresiones físicas realizadas contra Hernán Gómez en la “marcha rosa” de hace dos semanas son muestra de la ruptura de limites por parte de los simpatizantes de la derecha. Justifican sus agresiones con su frustración e impotencia porque sus candidatos están rebasados en el debate público, como lo mostró Hernán con sus entrevistas.
Además, la intervención de grupos religiosos, algo abiertamente prohibido jurídicamente y políticamente, es otro límite que se ha roto. El llamado de sacerdotes a votar por Gálvez y sus justificaciones con mentiras y amenazas es totalmente condenable.
Y por último, las reacciones de varios de los ideólogos, articulistas, comentaristas, figuras mediáticas y personajes de redes sociales cayeron en descalificaciones, insultos, descredito, mentiras, ocurrencias y cualquier despropósito para demeritar el triunfo de Sheinbaum y los triunfos de los partidos Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde. La disociación con la realidad montada en la soberbia de estos personajes, como prueba el exhibicionismo de las declaraciones de Dresser, Brozzo, las mesas que encabeza Carlos Alazraki. El delirio hecho discurso permanente. Peor, los llamados de los simpatizantes derrotados que llaman al revanchismo cobarde al no pagar propinas, limosnas o cualquier otro ingreso contra personas que sepan que apoyaron con su voto al partido y líderes en el poder. La miseria humana.
La simpatía de una parte de la población, generalmente de mayores ingresos, por actitudes y acciones deleznables soportadas en el clasismo, racismo, misoginia, xenofobia, discriminación hacia minorías está presente en la arena pública. Hay que tener presente que hace falta que alguien tome el liderazgo de esas simpatías y clamores violentas. No hay que perder de vista los cambios políticos que se harán por la reconfiguración en la oposición.