La semana pasada fuimos testigos de lo que a juicio de varios fue la crónica de un desastre anunciado, el fenómeno conocido como #Cryptocrash o lo que es lo mismo, la ruptura de la burbuja especulativa de las criptomonedas, este suceso no sólo puso a la baja el valor de distintas cripto, sino que dañó directamente muchas de las promesas que se habían dicho de tales monedas, como que serían resistentes a la inflación.
Pese a que el suceso generó la baja dramática en el valor de las monedas, esto en absoluto significa el fin de tal tecnología, su modelo de negocio o su sustento ideológico; sino que más bien significa una nueva fase de reordenamiento y probable regulación en su ascenso a la disrupción del mercado y la vida cotidiana en general.
Una criptomoneda (y la era de los cripto en general) deben su nombre al uso de tecnología de cifrado de datos como base de su funcionamiento y, pese a que la criptografía y el cifrado de la información han acompañado a la humanidad, el ciberespacio e internet desde hace tiempo, no se habían dado las condiciones tecnológicas y sociales que permitieran la creación de una combinación de tecnologías, perspectivas e ideologías basadas en la criptografía bastante singular: la tecnología Blockchain.
La tecnología Blockchain consiste en una plataforma tecnológica que unifica una serie de tecnologías como la minería de datos, el hash ing de datos entre diferentes instancias (recordemos los tan famosos hashtag), la distribución de un libro mayor (que se usa a manera de registro, como en contabilidad); así como protocolos subyacentes (que permiten acciones como transacciones), además de ítems como almacén de valor, tal como es el caso de las monedas digitales (bitcoin, ethereum, dogecoin, entre más de 5000 criptomonedas que existen hoy en día).
Como puede verse, las criptomonedas sólo forman una parte de las posibilidades que permite la tecnología Blockchain, es por eso que algunas personas consideran que las aplicaciones e impacto del Blockchain es proporcional al Internet, ya que dicha tecnología no sólo provee de diversas plataformas de intercambio de valores, sino que también tiene el potencial de facilitar la celebración de acuerdos y contratos inteligentes y automáticos sin la necesidad de intermediarios, lo que implicaría aplicaciones tan variadas como préstamos e hipotecas; instrumentos financieros como acciones, bonos, futuros y derivados; así como instrumentos legales como títulos, contratos y otros activos y propiedades que puedan ser vendidas. También permite la creación de Organizaciones Autónomas Descentralizadas y otras formas de organización humana e institucional cuya lógica y funcionamiento puedan ser traducidos en algoritmos para su automatización.
En última instancia, el potencial de la tecnología Blockchain tendrá impactos en la vida humana en áreas como la salud, la gobernanza, la educación, el arte, los bienes públicos y varios aspectos de la vida pública y privada que se asocien con entornos digitales, lo cual puede extenderse poderosamente de la mano de dispositivos conectados a internet o a cualquier tipo de red.
La tecnología Blockchain no sólo comparte con Internet su capacidad disruptiva y versátil, sino que ambas tecnologías tienen interesantes paralelismos, tanto Internet comercial como Blockchain estuvieron en un inicio envueltos en una masiva especulación que generó una burbuja; en el caso de internet fue la conocida “Burbuja.com”, la cual consistió en una burbuja especulativa que se formó en el año 1998 y reventó en el año 2000 debido a las altas expectativas en torno al crecimiento y valor añadido de las empresas de internet y la web comercial, lo que en un principio significó un crecimiento en ganancias de más del 1000% terminó con una de las peores crisis especulativas de la historia. Y así está sucediendo con las criptomonedas, las cuales en muchos casos ya llevan más del 50% de su valor perdido después de su alto máximo, tal como le sucedió al Bitcoin.
Dicho paralelismo es aún más fuerte en consideración de las promesas generadas por ambas tecnologías, las cuales se les aduce una naturaleza y un rol liberador, socializador, ecualizador, igualitario, descentralista, anti jerárquico, entre otros adjetivos que aducen en última instancia el potencial de cambio y transformación social que tiene la tecnología, asumiéndola entonces como un fin mismo y no sólo como una mera herramienta, las cuales reflejan ciertos sesgos ideológicos como el liberalismo y la ponderación de actores privados frente al Estado, por mencionar algunos.
Para los que recordamos las primeras manifestaciones del Internet comercial, así como las promesas que lo acompañaron, sabemos de antemano que tal discurso se ha quedado corto a la hora de traer unión e igualdad social y aunque es innegable su impacto positivo a la humanidad, en varios casos ha alimentado y generado diversos desbalances y problemas sociales, los cuales se pueden ejemplificar perfectamente el caso de las redes sociales, su poder e impacto negativo para la sociedad y las democracias.
Así como en el caso de Internet, Blockchain y las criptomonedas desde su origen han estado acompañadas de una serie de promesas que tienen un fuerte bagaje libertario, idealista y anarquista, el cual se sumó al contexto temporal de su aparición: la crisis financiera de 2008 y el movimiento Ocupa Wall Street, lo que desembocó en ideales tal como la creación de un sistema sin intermediarios regido algorítmicamente (con código abierto) y distribuido en red de manera descentralizada, en donde el intercambio de valores se pensó desligado de grandes actores centrales (el Estado incluido) y en el que todas las personas pueden participar (como usuarios, mineros o desarrolladores, siempre y cuando cuenten con conocimiento y acceso a dispositivos e internet).
Pero al igual que pasó con Internet, este compendio de tecnologías no se encuentra desarraigado de su contexto, sino que se forma gracias a él, lo que significa que por más que su diseño estructural y funcional tenga como objetivo la realización de distintas metas, estas dependen en última instancia de fuerzas y realidades que le anteceden, lo que en vez de una disrupción que desemboque en un cambio profundo de la sociedad, se traduce en un cambio de los distintos modelos de negocio y funcionamiento, lo que en última instancia beneficia a los actores más poderosos o a los actores que han logrado hacer aportaciones estructurales a tales tecnologías, como ha sucedido con algunas empresas de Internet (que en varios casos son apoyadas por grandes fondos de inversión y otros actores ya establecidos) y que también está sucediendo en Blockchain, donde los grandes tenedores de capacidades financieras, técnicas, profesionales o estructurales (infraestructura, procesamiento y energía) han logrado establecerse y beneficiarse en un entorno en el cual el ciudadano promedio no puede darse el lujo de comprar un Bitcoin o minar Bitcoins de manera rentable.
No es fortuito el parecido entre Internet y Blockchain, sino que más bien se trata del progreso de la tecnología, su interdependencia e interoperatividad, lo que implica la herencia de perspectivas y nociones ideológicas que las acompañan; en este paralelismo tenemos la férrea fe en la tecnología y en un discurso liberador que enarbola las mejores bondades de ideologías tan distintas como el liberalismo, el anarco capitalismo, el discurso pro demócrata y hasta la horizontalidad que caracteriza a algunas ideologías de izquierda, todo bajo un sistema que elude bastante bien la crítica y el análisis y se auto justifica bajo las premisas del progreso y la innovación, manifestadas bajo posturas descentralistas, horizontales, y liberales, aún cuando en el mundo real su efecto sea el refuerzo y aumento de estructuras, capacidades y actores en el poder.
Si tomamos como correctas las similitudes entre Internet y Blockchain, el saber sobre la historia de Internet puede ser útil si queremos analizar el presente y futuro de las criptomonedas y Blockchain... ¿Y qué sucedió en ese entonces? La tecnología prosperó aún en entornos adversos y generó a unos cuantos actores híper poderosos que se dieron (en muchos casos) gracias a las fuerzas políticas y socioeconómicas ya establecidas. Entonces, lo más probable es que veamos la extinción de varias de esas 5000 criptomonedas y sólo sobrevivan algunas enormes plataformas como Bitcoin o Ethereum, las cuales ya han alcanzado un punto bastante alto de aceptación y difusión.
Y así como sucedió con internet, es probable que los grandes beneficiarios de las criptomonedas sean las grandes empresas y algunos pocos actores privados, también es altamente probable que no haya tal disrupción y bonanza social por el simple hecho que más tecnología no es exactamente la única solución a problemas sociales, ya que la tecnología repite y reproduce estructuras de poder, ideologías y objetivos políticos.
En conclusión: 1) La burbuja especulativa no sólo fue por una serie de consumidores ingenuos y avariciosos, fue por un sistema subyacente que se benefició de una estructura y un funcionamiento tendiente a la especulación y grandes inversiones de dinero en general; así como también, se alimentó de una serie de técnicos y tecnólogos propagandistas de ideologías no sólo muy variadas y amalgamadas bajo la fe en la tecnología, sino de valores e intereses puntuales; 2) No se acabarán las criptomonedas y el Blockchain, sino que se reordenarán y regularán (esperemos que en México no siga la propaganda y los discursos románticos y se atienda su regulación de manera objetiva); 3) Ni Bitcoin ni cualquier otra criptomoneda puede cambiar radicalmente el sistema en donde funciona, si acaso ocurren reordenamientos y “descentralizaciones”, las cuales usualmente se acompañan de subsecuentes re-centralizaciones y la creación de distintos centros de poder, ya que descentralización no significa distribución; 4) las tecnologías como estas no suceden en el vacío, tienen historia y contextos económicos, políticos y sociales bastante definidos, los cuales condicionan e influyen en su desarrollo y funcionamiento.