La propuesta de desaparecer el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) ha generado un intenso debate en el ámbito público. Si bien es cierto que este organismo ha desempeñado un papel importante en la medición de la pobreza y el desarrollo social, es necesario replantear su función en el contexto actual.
El CONEVAL fue concebido en un momento histórico distinto, se ha visto limitado por una serie de factores que dificultan su adaptación a las nuevas realidades.
Su enfoque cuantitativo, centrado en indicadores estáticos, resulta insuficiente para captar la complejidad y la dinámica de la pobreza en México.
Durante los años de la primera década del siglo, para la evaluación de la política social y en general de muchas acciones de gobierno, se usaron los indicadores, que grupos de economistas de gobierno neoliberales veían como herramientas en la evaluación de políticas sociales que permitían medir de manera objetiva y cuantificable el progreso hacia los objetivos establecidos y el impacto real de las intervenciones. El problema es que estos indicadores no eran analizados desde el campo y la experiencia empírica, muchos de ellos eran analizados por consultorías privadas o en oficinas con complicadas regresiones y códigos abstractos para medir la eficiencia o no del indicador y a partir de ahí tomar decisiones.
La crítica a los indicadores, la muestra bien el veterano del Ejercito de los Estados Unidos Daniel Bolger, el cual participando en la ocupación norteamericana de Iraq, mencionaba que el ejercito estaba obligado a entregar indicadores a Washington, bombas lanzadas, dinero gastado, iarqeuies reclutados o ataques de la insurgencia. Esto, según el no reflejaba las condiciones que se vivían en el campo, pues el indicador de disminución de ataques, analizado con programas estadísticos llevó a tomar malas decisiones desde Washington y a ignorar los consejos de los generales en campo. Y según el valía mas la opinión de los militares que estaban en el campo y se necesitaba mas conocimiento de inteligencia de los planes de los grupos insurgentes, en lugar de análisis de indicadores. [1]
La desaparición del CONEVAL representa una oportunidad única para repensar la política social y construir un modelo más inclusivo y efectivo.
Asimismo, se abre la posibilidad de integrar las evaluaciones a las propias acciones de los programas sociales, permitiendo una respuesta más ágil y flexible a las necesidades de la población. En lugar de depender de encuestas y datos estadísticos, se puede fortalecer la participación ciudadana y la construcción de indicadores locales que reflejen las prioridades y las realidades de cada comunidad. Esta nueva visión permitiría diseñar políticas públicas más pertinentes y eficaces, al tiempo que se empoderaría a las comunidades para que sean protagonistas de su propio desarrollo.
La desaparición del CONEVAL no significa el abandono de la evaluación de las políticas sociales, sino todo lo contrario. Se trata de pasar de un modelo basado en la medición y la comparación a uno centrado en la mejora continua y el aprendizaje. En este nuevo escenario, las evaluaciones servirían para identificar las buenas prácticas, corregir los errores y fortalecer las capacidades de los actores involucrados.
[1] Bolger Daniel, Un triste final, la campaña norteamericana en 2009-2011, P- 50-55 en Desperta Ferro, insurgencia en Iraq N.10.