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  • 03 Jul 2022
  • 23:07
  • SPR Informa 6 min

“La añeja revolucionaria e institucional política del miedo”

“La añeja revolucionaria e institucional política del miedo”

Por Juan Becerra Acosta

El miedo ha sido fiel aliado de grupos de poder no sólo en México, sino alrededor del mundo, y no únicamente en tiempos pasados, también en el presente. El que los ciudadanos vivamos con miedo es una de las estrategias del PRI -desde su creación- para extender los tentáculos de la corrupción con los que ha apretado a los mexicanos casi hasta la asfixia. Temerle al PRI es un mecanismo de defensa nacional que responde al sentido común, basta recordar aquella sensación de pánico que la comitiva de un gobernante priísta causaba alrededor suyo, o el miedo que sentíamos por el simple paso de un coche sin placas, vidrios polarizados, antena sobre la cajuela y en su interior dos claros elementos de alguna agencia de seguridad de administraciones priístas. Era sabido que desde el gobierno se ejercía el poder a través del autoritarismo, y con él de la violencia.

El PRI ha logrado que en algunos sectores de la población se le tema, tanto a ellos y a sus soldados, como a quienes lo han combatido desde distintas trincheras, algo que durante décadas dejó a la ciudadanía en un estado de absoluta indefensión. Su estrategia de comunicación política construyó narrativas para intentar justificar, y con ello accionar, medidas represivas en contra de movimientos y organizaciones antagónicas a un Estado secuestrado por ladrones disfrazados de servidores públicos. Hoy, lejos del poder, sigue intentando atemorizar a la población, para ello utiliza la infodemia como herramienta desestabilizadora. Su arma es la mentira, su blanco la ciudadanía, su motivo el regresar al poder para continuar con el saqueo. No saben hacer otra cosa, no tienen interés en aprender algo diferente, por ello son como dinosaurios que, debido a su incapacidad de adaptación, están destinados a extinguirse.

Bajo el lema que dice que el PRI no se crea ni se destruye, sólo se transforma, hoy lejos del poder, el añico que queda del revolucionario e Institucional encuentra en la alianza opositora -agrupación de partidos desahuciados- la única opción para no fallecer víctima de enfermedades incurables causadas por sus propios vicios y excesos. Pero por más que une al PAN, PRD y PRI el que sean comensales de una fonda del recuerdo político -además de intereses obscuros y la carencia de un proyecto de nación- a acción nacional y al partido del sol que, como sus colores tuvo claridad en un proyecto pero obscuridad en sus métodos, no les queda de otra que marcar distancia de su viejo rival, hoy aliado, que les incomoda desde su dirigencia.

Alejandro Moreno es el dirigente nacional del PRI por lo que ese partido no podría estar mejor representado, sus afiliados no podrían contar con una mejor persona para encabezar la organización que Alito. Él claramente ha mostrado tener, y logrado reproducir, los valores más profundos del instituto revolucionario e institucional: audios filtrados en los que se escucha a Alejandro Moreno –con un lenguaje que junto al suyo cualquier perico de Alvarado es fresa- son evidencia del claro manejo y pericia con la que cuenta en materia de lavado de dinero, mapacheo, extorsión y un casi sinfín de habilidades obscuras que requerirían de demasiados adjetivos para poder calificarse, pero que al mismo tiempo podemos resumir en una sola palabra: priísmo.

Además, y apelando a la vieja estrategia del miedo, el flamante dirigente tricolor se acaba de aventar una amenaza que, cuando uno podría pensar que la oposición no podría ser más retrograda, pretende regresar al país más de cien años atrás al hacer mas laxas las normas y requisitos de portación de armas, porque dice Alito que los mexicanos tenemos que enfundarnos pistolas en la cintura para defendernos de un crimen organizado que finalmente, parece olvidar, son ellos mismos. A quienes se les ha encontrado nexos con grupos delincuenciales es a ellos, ¿o no?

De entrada lo que vemos con esta propuesta absurda es un intento forzado, burdo y oportunista para aprovecharse del miedo y acrecentarlo en una población azotada durante demasiados años por el crimen que, justo, la oposición causó. Razones para repudiar la propuesta que intenta armar a los mexicanos sobran debido a que es una medida peligrosa que busca la ingobernabilidad. El acceso a pistolas y rifles, legal o ilegal, es uno de los principales motivos de violencia en el mundo, representa un problema de derechos humanos cuyo alcance amenaza el derecho más fundamental de todo ser humano: el derecho a la vida.

Dice Alito que los mexicanos estaríamos más seguros armados, parece que como la mayoría de quienes obtienen legalmente un permiso de porte o tenencia de arma de fuego, tiene la falsa creencia de que andar por ahí con una fusca en la cintura, o debajo de la axila, o donde la quiera traer, lo va a proteger. Él, y quienes tienen la misma creencia están muy equivocados, es al contrario, la probabilidad de morir como resultado de arma de fuego es bastante superior en los casos de quienes poseen armas en comparación con aquellas personas que no, es decir, si uno es dueño de una pistola es más probable que lo maten a que si no anda armado.

Al momento de plantear la iniciativa con la que busca convertir al territorio nacional en una versión del viejo oeste postcalderonista, Alito parece desconocer que la sola presencia de armas de fuego causa en quienes están alrededor de ellas que se sientan amenazadas o que teman por su vida, algo que implica graves repercusiones psicológicas a nivel individual y comunitario. Además, el dirigente del tricolor omite el que los gobiernos están obligados a crear un entorno seguro, y un entorno con armas es, evidentemente, inseguro; ahí está el ejemplo de los Estados Unidos.

Aquí hay otro dato que parece que Alito no conoce, o que más bien que no le importa: es 12 veces más probable que un arma de fuego sea utilizada en contra de un miembro de la familia, accidental o voluntariamente, que en contra de un intruso que vaya a cometer un crimen; además, la mayoría de los casos en los que un adolescente utiliza un arma de fuego en contra de compañeros de estudio o de trabajo es porque vive en un ambiente donde sus padres poseen pistolas o rifles.

Resultaría ingenuo pensar que lo anteriormente señalado sea algo que en la dirigencia del PRI se desconozca, aquí el tema de fondo es que el partido cree que encontrará simpatía con una medida como ésta ante el hartazgo de la población frente a la inseguridad. Con lo que el PRI no cuenta, porque se niega a reconocerlo, es con el cambio que México ha tenido durante los últimos años: la población no es la misma, tiene claro que la violencia genera violencia y que armar a una población lejos de ser la solución crearía un terrible problema de inseguridad e ingobernabilidad, algo que, justo, es lo que busca la oposición. Hoy el pueblo de México tiene un arma mucho más poderosa y, a diferencia de las de fuego, adecuada: sabemos que el poder soberano imana de nosotros, un derecho que no se nos volverá a arrebatar.