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  • 03 Nov 2022
  • 19:11
  • SPR Informa 6 min

Reforma, Fe y Transformación    

Reforma, Fe y Transformación    

Por Uziel Medina Mejorada

El pasado 31 de octubre se celebraron 505 años de la Reforma Protestante, un sisma dentro de la fe cristiana que ha marcado por siempre la historia, no solo en lo religioso, sino también en lo político, en lo económico y en lo social. 

La reforma promovida por Martín Lutero tuvo como eje central acabar con el abuso y el exceso de la élite religiosa en detrimento del bienestar de la sociedad creyente, materializado en la mercantilización de la fe, sometiendo a la población mediante el lucro de la espiritualidad, como da cuenta la institucionalización de la indulgencia.

La indulgencia, como trámite para eximir de penas que los fieles habrían de purgar para expiar sus pecados, más tarde se estaría convirtiendo en un mecanismo para traficar el favor divino del perdón, haciendo más impío al rico y más miserable al pobre, pues se torció la idea del perdón de los pecados en medio de una mercantilización de dicho perdón, donde se hacía fácil pagar por pecar, o condenarse por no tener para pagar.

Los excesos que en su momento cometió el clero terminaron por malograr la noción de una fe que proclama la libertad, estableciendo un modelo de dominación que pasó del autoritarismo religioso moralista, a un autoritarismo religioso económico, comerciando con los miedos de la gente frente a la realidad de la muerte y los dilemas humanos acerca de la trascendencia y la posteridad.

Así como la reforma protestante sentó nuevas bases para el culto religioso, también creó nuevos valores sociales, políticos y económicos que fueron alimentando las ideas del liberalismo clásico que dio vida a sistemas democráticos separados del poder eclesiástico, la democratización del conocimiento, así como un sistema económico que exaltaría el usufructo de la propiedad privada y la gran producción, el capitalismo. 

No obstante, con el pasar del tiempo, vale la pena hacer una rigurosa revisión acerca de cómo se ha adaptado la fe cristiana a los cambios sociales del siglo XXI y cuánto se ha alejado de sus raíces y se ha amalgamado con los intereses políticos y económicos que dominan a la sociedad actual. 

Ver hoy en día el resurgir de las comunidades religiosas cristianas en los debates públicos para alinearse con los intereses del conservadurismo y adoptar en medio de las liturgias conceptos propios del capitalismo salvaje, invitan a repensar y reformar la manera en que se vive la fe.

No es extraño mirar a las élites del catolicismo adherirse a las posturas del conservadurismo, apelando a la restricción de los derechos sociales y la aleación con el interés económico. No obstante, salta a la vista el cruce de la línea que separa a la Iglesia del Estado, participando activamente en asuntos de carácter promocional electoral, el discurso político y la participación en la sociedad civil. Por su parte, las expresiones del protestantismo han dado la sorpresa al salir del recuadro litúrgico para volver a inmiscuirse en la agenda política, pero esta vez no del lado del liberalismo, sino sumándose al conservadurismo. 

Pero el discurso no es el único terreno donde se ha visto un abandono a los principios centrales de una reforma que llama a la libertad, sino que la enajenación promovida por el mercado se ha infiltrado en la liturgia. La adopción del formato del couching dentro de la estructura de la oratoria religiosa, la proliferación del pensamiento mágico y la incultura de la falsa meritocracia han terminado por desorientar a las feligresías que, sin notarlo, están reviviendo esa enfermedad de la indulgencia que combatió la reforma del siglo XVI. 

Para repensar al cristianismo en el siglo XXI es insoslayable examinar la responsabilidad de la iglesia frente a los abusos del mercado y los mecanismos del poder político de los cuales se vale para someter a los pueblos a través del consumismo, la dependencia de las ficciones terrenales y las limitaciones de las libertades a través de la proliferación de los estereotipos que rechazan la diversidad. 

Si la fe cristiana es en esencia libertad de las pasiones terrenales a través de un sacrificio que ofrece la redención de manera gratuita, el tráfico de favores divinos a cambio de bienes materiales, como lo es el dinero, la purga de los pecados o la prosperidad material a cambio de “pactos” monetarios, no es otra cosa que la corrupción religiosa y el distanciamiento de la fe que tiene por imagen el desalojo de los mercaderes del templo.

En tiempos en que el mercado ha drenado el espíritu humano, es preciso recordar los motivos de la Reforma Protestante y repensar el cristianismo universal, que en muchos lugares se ha dejado influenciar por la fantasía neoliberal que pretende crear sincretismos entre la fe y el consumismo.