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  • 29 Dec 2022
  • 20:12
  • SPR Informa 6 min

Nostálgico anecdotario de lo que fue 2022

Nostálgico anecdotario de lo que fue 2022

Por Jorge Hernández Aguilera

“Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”.

– Pablo Neruda

Correr tras el viento es una práctica socialmente cotidiana.

El neoliberalismo espiritual provoca vivir a destiempo; pensar en el postre mientras se come la sopa. La constante asfixiante de aspirar al futuro sin apreciar el presente, conlleva inevitables insatisfacciones. La desoladora rutina impide apreciar la riqueza de vivir en el eterno presente.

Solamente el impacto de golpearse con la realidad, despabila el sueño soberbio de la certeza lineal. De que todo será como es, sin cambios, sin alteraciones. La cotidianidad desgasta el brillo de la magia.

La tragedia hace su aparición siempre insospechada. Da cuenta en el bostezo del desprevenido; en la baja guardia de quién asume la proximidad de la campanada, anunciando el término del round. Se burla, susurrando al oído: espera el turno de nuestro eventual encuentro. La vida es tan democrática que todos tendremos el mismo fin.

Inicié mi militancia partidista en un ya no cercano 2015, cumplía recién 18 años de edad.

Desde el primer momento asumí que mi esfuerzo individual sería intrascendente, contrario a ello, la masa colectiva a la cual transferí mi ser, sin duda alguna sería trascendental. La revolución de las conciencias podría ser una utopía, pero, sobre eso, era una impostergable necesidad.

Me aventé al esperanzador mar, con un confeso sueño individual, de realización colectiva.

Mirando en el retrovisor, medito en la acumulación de esfuerzos. Cada segundo que transcurre me despego más del piso llamado juventud. A los 26 años no queda más que responsabilizarse; o al menos, fingir responsabilidad. Fingir de tal forma que sea materializado el autoengaño. La rebeldía ahora debe ser causal.

Pienso en toda la gente que he dejado en el trayecto. En quienes buscaron utilidad en mi inexperiencia, hubo quien lo consiguió. La carne de cañón es la sazón frecuente de la juventud.

Pienso en mis decisiones, en el tiempo que decidí entregar. Elegir es renunciar.

El guiso de la política se cocina a fuego lento.

Pude haber utilizado el tiempo para conversar más con papá, no me arrepiento. Había menos tiempo para conversar, pero más temas que abordar. El sueño era un sueño compartido. Así también fueron las escasas, pero inmensas satisfacciones. Recuerdos que alimentan el alma, fortalecen la voluntad. La credulidad del milagro.

Recuerdo mi última plática con Don Miguel, justo el día de mi cumpleaños. Sus palabras con fuerza de sentencia, obligándome a mejorar. Recuerdo las bromas que hacía, en particular aquella sobre el teléfono rojo, la primera vez que entré a su oficina. Se nos fue pronto, muy pronto. Le guardaré eterno afecto y gratitud. La gratitud se plasma en el acto, quedó tanto por mostrarle.

Pienso con lamento en la caída que sufrió hace unas semanas uno de mis grandes maestros, Don Jaime Ornelas; caída sufrida un día antes de que fuera consumada la invitación que me hizo para tomar café en su casa. Espero ansioso la vuelta del café pendiente.

Recuerdo todas las veces que me ausenté en mis clases de derecho por ir a su cubículo en el Centro de Estudios de Desarrollo Económico, para hablar y escucharlo hablar largas horas. Recuerdo incluso que me permitía ingresar y participar en sus clases de posgrado, nuevamente en mi horario de clases, cuando yo recién cursaba la mitad de mi licenciatura. A él culpabilizo falsamente haberme demorado tanto en terminar mi universidad. Él ríe de la absurda carga que le atribuyo.

Recuerdo la cátedra de solidaridad que recientemente me dio otro gran maestro, quien es de lejos el mejor abogado de Puebla. Ante el lío que se metió uno de mis mejores amigos, por osado y revolucionario; nos otorgó su ayuda. Una vida de ahorros sería insuficiente para costear los honorarios del gran jurista; nos anticipó que llevaría el asunto sin cobrarnos. Asunto que incluso sería incosteable, dado el mar de responsabilidades de interés nacional que su despacho debe atender.

Mientras esto y más aconteció en el ya pasado 2022, pido perdón a mi madre. Perdón por mi ausencia dadas mis ocupaciones laborales; así como el anhelo de ser parte del proceso transformador, que ocupa mis tiempos libres. Espero que la lectura de las letras te transmita un poco de sentido, el tiempo lo he entregado con amor.

Te amo, te amaré siempre mamita. Que tengamos un gran 2023.