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  • 13 Jun 2022
  • 00:06
  • SPR Informa 6 min

México, hermano mayor de la Patria Grande

México, hermano mayor de la Patria Grande

Por Juan Becerra Acosta

Que recuerde, la Cumbre de las Américas no había sido tema de tanta discusión como lo es ahora; en años anteriores este encuentro entre países de la región generalmente se consignaba en diarios y espacios informativos de televisión y radio como nota simple, y hasta ahí. En redes sociales la discusión había sido, hasta hoy, una en la que los especialistas en asuntos internacionales dejaban su opinión sobre los acuerdos y, más allá de eso, no pasaba nada, había poco debate -si es que se daba- y la cumbre no aparecía, por ejemplo, en la línea de tiempo de nuestra cuenta de twitter, mucho menos era tendencia. La opinología ilustrada no le daba cobertura.

Hoy se habla de la cumbre no sólo en los espacios virtuales y medios de comunicación, también en casa o reuniones sociales, en viajes de taxi o en la obligada plática mensual con el peluquero, es también tema hasta en el chat de las tías en el que pelean protagonismo las declaraciones de Lilly Téllez, la chava que habla en alienígena, los postulados sobre epidemiología de la dentista, y los pseudoambientalistas que leen el promter para -desde Los Ángeles- hablar de una selva que no conocen y de un tren al que no piensan subir porque no tiene zona “VIP”.

La Cumbre de las Américas ha ganado un lugar preponderante, está en boca de todos. Hoy, quienes en su convocatoria anterior no la conocían ya saben que fue creada como un foro para que se analicen y discutan los problemas que aquejan a las naciones del continente americano además de afianzar la integración y responsabilidad nacional y colectiva con la meta de mejorar el bienestar de los ciudadanos de los países participantes… y también saben que ese principio fundacional está muy lejos de lo que realmente sucede en esta cumbre, y es aquí donde se divide la discusión: hay quienes señalan que lo que ahí se hace no ha tenido ningún impacto en la región, por lo menos no uno positivo, y quienes, desinformados o con agenda propia, al defenderla mienten.

A todo esto, ¿se ha preguntado a qué se debe que la Cumbre de las Américas haya pasado de las páginas de internacionales a las primeras planas? Para responder a este cuestionamiento es necesario reconocer al gran protagonista de este encuentro quien, por más paradójico que pueda ser, no se encontró con nadie en él, pues no asistió: Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, cuya postura y la reacción a ella son síntomas de que, por primera vez, el elefante en la sala se visibiliza.

El anfitrión de la cumbre, Estados Unidos, decidió excluir a Cuba, Venezuela y Nicaragua, por lo que en congruencia con la política exterior mexicana, los principios de transformación que vive el pueblo de México, la amistad y solidaridad con nuestros países hermanos, y el liderazgo que nuestra nación ha consolidado en la región, el Presidente López Obrador decidió que, mientras la exclusión se mantuviera, no asistiría a la cumbre y enviaría una delegación representativa; ausencia la anterior que lo colocó como el gran protagonista de una cumbre a la que no necesitó asistir para poner en ella lo que realmente se debe discutir, y hacer de esa exigencia algo de lo que se hable en todo el mundo.

Es cada vez más notorio que López Obrador se consolida como líder de la región; desde México se trabaja por la unidad y cooperación al exportarse programas que dotan de condiciones generadoras de oportunidades de desarrollo y así, además de luchar contra la pobreza y la desigualdad y combatir las causas que originan el crimen y con él la violencia, se busca evitar que las personas tengan que migrar de sus países de origen en la búsqueda mejores oportunidades en otro al que, seguramente, no podrán ingresar. Digamos que México es hoy el hermano mayor de la Patria Grande, lo que le otorga una posición que, a través de la credibilidad, Estados Unidos jamás ha tenido debido a que nuestro vecino del norte carece, justo, de esa credibilidad, una que no va a conseguir al enviar a su embajador a rezarle -frente a las cámaras- a la Virgen de Guadalupe, porque, ni yendo a bailar a Chalma se le puede creer a quien se santigua con la mano derecha mientras con la izquierda peca.

Para muestra un botón (de muchos): Brian Nichols, subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de Estados Unidos, dijo que a Venezuela no se le invita porque en ese país hay falta de libertad y presos políticos, acusación que proviene, ni más ni menos, de un hombre que representa a una nación que, por ejemplo, persigue a Julian Assange, preso político por obra y gracia de Estados Unidos a quien se le ha privado de su libertad por luchar a favor de la libertad de prensa y el derecho a la información y, con ello, de la verdad. No olvidemos a Leonard Peltier, activista nativo americano que lleva casi 50 años detenido a pesar de ser inocente, ¿cuál es su “delito”?: proteger al movimiento indígena estadounidense y sus territorios. Pero más allá de estos casos con nombre y fuerza mediática, son muchos más los presos políticos que sufren la ausencia de sus derechos en Estados Unidos, país administrador, sí, de la Base de Guantánamo.

Entonces, la nación que se vende como paladín de la democracia y utiliza el eufemismo de “ayuda humanitaria” para referirse a invasiones a otros territorios -de donde extrae recursos naturales o de los que aprovecha su posición geográfica- mira al exterior de sus fronteras asumiendo ser una especie de policía del mundo al mismo tiempo en el que ignora los cada vez más frecuentes crímenes de odio en su propio territorio, y defiende la portación de armas como un derecho que antepone al de la vida. Es el país que más presos tiene en todo el mundo, una cuarta parte de ellos están en Estados Unidos, nación que tiene menos del 5 por ciento de la población mundial. Son ellos quienes no invita a Cuba, a Venezuela ni a Nicaragua a una cumbre de la región, pero sí a un país de otro continente, a España.

Estados Unidos organiza la cumbre, por su parte la OEA es secretaria técnica del encuentro. Ésta última es una organización claramente lacaya de la política intervencionista norteamericana que promueve el “americanismo” y la tesis del “destino manifiesto”. Por ello no hay que olvidar (entre otros) la expulsión de Cuba en 1962, o la invasión a la República Dominicana en 1965, tampoco el papel de la OEA ante el conflicto en las Malvinas al no emprender las acciones de solidaridad establecidas en los acuerdos del TIAR, ni su intervencionismo en el golpe de Estado de 2019 en Bolivia, hecho clave para que se iniciara una desestabilización política y social promovida y financiada por Carlos Mesa, Luis Fernando Camacho y otros personajes de derecha. Hay que destacar aquí que el CELAG, y The Washington Post, desmintieron las declaraciones de la OEA además de evidenciar su postura intervencionista: jamás presentó pruebas corroborables sobre el falso fraude electoral en Bolivia, además sus informes tuvieron un carácter parcial, político y no técnico.

Va más allá de un mero simbolismo el que México, El Salvador, Honduras y Guatemala hayan enviado delegaciones a la Cumbre de las Américas; hablamos de ausencias por parte de quienes son socios de Estados Unidos en materia de migración. La no asistencia de Presidentes de la región en la cumbre, por más que hayan estado representados a través de una delegación, es una declaración y, al mismo tiempo, muestra de poder de la región que ante el inicio de la decadencia de un imperio aprovecha, bajo el liderazgo de México, para posicionarse como protagonista en retos globales y dejar atrás una postura secundaria que durante demasiado tiempo ejerció. Es ahora el momento, anhelado por tanto tiempo, en el que Latinoamérica y el Caribe caminan cada vez más hacia la izquierda, y en esta corrección de rumbo México se ha convertido en el capitán de una región que levanta las velas mientras aprovecha un viento que desde el sur la impulsa a navegar, en bloque, hacia el norte.