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  • 04 Sep 2022
  • 23:09
  • SPR Informa 6 min

Lecciones de Chile

Lecciones de Chile

Por Juan Becerra Acosta

Hace poco menos de dos años, en octubre de 2020, el 80 por ciento de los electores en Chile votaron a favor de cambiar la Constitución de su país, una Carta Magna pinochetista que parecía destinada al pasado, para dar paso a un nuevo ordenamiento; proyecto que no sucedió al haber sido rechazado el día de ayer, por amplia mayoría, el texto que resultó del proceso de la Convención Constituyente, algo que es muestra clara de que el avance de la izquierda en Chile, y en el continente, no implica que el conservadurismo y los valores de ultra derecha estén próximos a desaparecer.

No sólo los valores de ultra derecha llevan siglos tatuados en las normas, hoy tácitas, de buena parte de la sociedad, la herencia de los virreinatos está presente en conductas clasistas y racistas aún normalizadas, y no faltan quienes se valen de los triunfos de la izquierda para colocarse como aparentes observadores de la justicia –que nunca ejercieron cuando estuvieron en el poder- y utilizar los enojos que la ciudadanía cataliza a su gobierno para empoderarse de ello y valerse del disgusto al torpedear cualquier acción que provenga de una autoridad que, en el imaginario colectivo, es responsable hasta de que llueva, o no.

Tras el triunfo de la izquierda en un país, como lo es Chile, azotado por crímenes de lesa humanidad durante un gobierno de derecha que llegó al poder con el magnicidio de Allende, desapareció a miles y prohibió las libertades, resulta sorprendente que se rechacé popularmente cambiar la Constitución redactada por la dictadura de Pinochet en la década de los ochenta y mantenerla vigente, cuando nunca lo fue.

Tras los resultados de ayer, vendrá la convocatoria para una votación en la que el pueblo chileno elija, nuevamente, a los miembros de una Convención Constituyente, la segunda, para que redacte otra propuesta de Carta Magna, algo que tendrá que ser aprobado por el poder legislativo de aquella nación que vive en un ambiente de polarización que ha llevado a que ciudadanos que dicen simpatizar con la izquierda hayan votado en contra de un texto constituyente progresista que no consideran adecuado para regir a su nación y prefieran retroceder al oscurantismo que aseguran repudiar.

Sirva como ejemplo lo sucedido en Chile, donde se pensó que al haber una mayoría que desea tener una nueva Constitución ella aprobaría la primera que se presentase, para que los gobiernos de izquierda de un continente que cada vez se coloca más hacia este lado, desarrolle una narrativa a través de la cual se deje muy en claro que estos gobiernos no llegaron al poder por él, sino para con él construir, a través de acciones y políticas, un futuro que beneficie a todos.

Lo anterior no es tarea sencilla, quienes hoy se encuentran en la oposición ejercieron en el pasado el poder de esa manera y trabajaron en contra de unos, los muchos, para favorecer a otros, los menos, algo que ha quedado marcado en el imaginario colectivo y que la derecha ha utilizado para intentar hacer creer a las minorías antes privilegiadas que hoy, desde los gobiernos de izquierda, serán abusadas en una especie de revanchismo. Algo que no es cierto.

Por ello es importante que la izquierda en los gobiernos haga notar a la totalidad de la ciudadanía, más allá de sus preferencias y antipatías políticas, que es receptiva con ella sin excepciones, y que las políticas y acciones que emprende no están dirigidas nada más a un sector de la población para dejar ajeno de ellas a otro, y que si bien hay prioridades que atender, el hacerlo es, finalmente, en beneficio de todos.