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Las sanciones matan

Por Emiliano Alfonse Vera Eddington

Las Naciones Unidas han rechazado en casi completa unanimidad por la trigésima vez las sanciones impuestas de forma ilegal y unilateralmente por los Estados Unidos a Cuba; en un voto de la Asamblea General, el día 3 de noviembre de 2022. [1] Con 185 votos a favor de la resolución, sólo los Estados Unidos y su aliado Israel votaron en contra de levantar el bloqueo, mientras los gobiernos derechistas de Brasil bajo Bolsonaro y Ucrania se abstuvieron.

El presidente López Obrador afirmó la continua dedicación de México a la causa de los derechos humanos de los hermanos cubanos, pronunciando, “Nosotros vamos a seguir apoyando al pueblo hermano de Cuba y a su gobierno, porque estamos en contra del bloqueo y sabemos que atraviesan una situación muy difícil.” [2]

Los casi 60 años del bloqueo contra Cuba ya ha costado el país insular más que un trillón de dólares, devastando la economía cubana e impulsando una migración masiva que ha visto casi 10% de la población irse de su país -- una figura alta, pero hay que acordarnos, similar a la tasa de mexicanos viviendo en el extranjero, y menos que países como Honduras con 15% o El Salvador con casi 30% de su población en otros países -- . [3]

El gobierno cubano ha llamado al bloqueo “un acto deliberado de guerra económica con el propósito de impedir los ingresos financieros al país, destruir la capacidad del gobierno para atender las necesidades de la población, hacer colapsar la economía y crear una situación de ingobernabilidad”.

Efectivamente, el mismo gobierno de los Estados Unidos afirma esta intención. Archivos de la secretaría del estado de 1960 revelan su opinión que, “La mayoría de los cubanos apoya a Castro. No hay efecto oposición política activa […]. El único medio previsible de alienar el apoyo interno es a través del desencanto y desafección basada en la insatisfacción económica y la privación […] deben emprenderse todos los medios posibles pronto para debilitar la vida económica de Cuba […] una línea de acción que […] hace los mayores avances en la negación de dinero y suministros a Cuba, para disminuir los ingresos monetarios y reales salarios, para provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento de gobierno.” [4]

¿Cuál es su plan para la “restauración de democracia” en Cuba entonces? En 2004 el gobierno de George W. Bush detalló que, en el evento de un cambio de régimen, “El Comité Permanente de la Reconstrucción Económica y la Privatización se haría cargo de la economía cubana y todos los servicios, incluyendo la educación y la salud. Se disolverán las cooperativas y se restaurarían los antiguos latifundios. Asimismo, se eliminarían la seguridad social y los sistemas de jubilación y pensión. Un proyecto de obras públicas se implementaría para los ancianos que aún podrían ser empleables.” [5]

Mientras Cuba quizá sea el ejemplo más flagrante de las sanciones unilaterales estadounidenses, de ninguna forma es la única instancia. Las sanciones impuestas en Venezuela desde 2014 han resultado en más de 40 mil muertes en este país, junto con una crisis migratoria causada por el colapso de la economía impulsado y agudizado por políticas estadounidenses implementadas con el propósito de sacar el gobierno socialista. [6]

Tampoco se restringe esta política al continente americano. En los 90s, medio millón de niños iraquíes murieron a causa de las sanciones estadounidenses. [7] Ahora mismo, 23 millones de personas en Afganistán se enfrentan al hambre después de que los Estados Unidos simplemente robó 7 mil millones de dólares que el gobierno afgan, tenía en cuentas bancarias. [8]

De hecho, las sanciones unilaterales han sido una estrategia de los Estados Unidos desde hace décadas para forzar el derrocamiento de gobiernos populares, soberanos, o izquierdistas. Hay que acordarnos bien del orden del presidente Nixon a su jefe de la CIA sobre el plan de desestabilizar a Chile tras la elección del marxista Salvador Allende: “Haz que grite la economía”. [9]

Las sanciones económicas han sido altamente destructivas, sobre todo a los países en desarrollo que menos pueden resistir los efectos desastrosos. [10] Y es claro quien lleva la gran mayoría de la responsabilidad para estas consecuencias. De las 104 sanciones impuestas entre 1945 y 1990, 2/3 eran sanciones unilaterales impuestas por los Estados Unidos. Desde 1998, más de 20 países han sido sancionados por los Estados Unidos. La política de sanciones ha dejado una marca negra en el récord de derechos humanos de este país. Solo se superará con la solidaridad de los países del sur cooperando entre sí para asegurar su desarrollo colectivo frente a las demandas imperiales provenientes del norte.