El tsunami progresista y la advertencia de las nuevas derechas

La ola progresista que comenzó con la victoria de López Obrador en México ha llegado a romper límites históricos para nuestra región. Al inicio del sexenio en México, Morena encontró una región casi completamente a la derecha. Argentina gobernada por Macri y Brasil por Bolsonaro, un Chile golpeado profundamente por Piñeira y Colombia por el uribismo. Hoy, un poco más allá de la mitad del sexenio lopezobradorista, el panorama latinoamericano es completamente distinto.

La victoria de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina despertó la esperanza de que Brasil echara del poder a Bolsonaro, uniendo a las tres economías más grandes de la región bajo el signo de la izquierda. El regreso de Lula a la vida pública y la crisis de gobernabilidad de Bolsonaro parecen dar la razón a esta deseo.

También Bolivia nos regaló una lección hermosa. El Movimiento al Socialismo derrotó al golpe militar con organización y movilización política, que construyó durante sus años de gobierno. La movilización en las calles y en las urnas hicieron que - contra todo pronóstico -, Luis Arce tomara la presidencia del país andino.

De manera casi simultánea, Chile y Colombia estallaron en movilizaciones masivas. Ambos países se enfrentaron a derechas sólidamente institucionalizadas y de vocación sanguinaria, y las derrotaron. Chile derribó la Constitución heredada del pinochetismo, y Colombia nunca ha tenido, hasta Petro, un gobierno de izquierda.

Si bien Boric ha decepcionado en el ámbito de su política internacional, tanto él, como Petro alegran nuestro corazón, pues igual que el proceso boliviano, las victorias chilena y colombiana requirieron una heróica movilización social, organización y resistencia ante el autoritarismo de las derechas. Si Lula regresa al poder en Brasil, nuestra ola progresista habrá tocado un techo histórico indiscutible.

Cuando el pueblo brasileño derrote al neofascismo en octubre, las tres grandes potencias regionales (México, Argentina y Brasil) estarán gobernadas por la izquierda. A esto se sumarán los hitos de Bolivia, Chile y Colombia, para terminar de marcar récords históricos latinoamericanos. Sin embargo, en casi todos estos procesos podemos avistar el nacimiento de un nuevo fenómeno peligroso: las derechas parecen ir encontrando nuevas formas de organización y discurso para disputar el poder a nuestros progresismos.

Argentina fue testigo de ésto, pues no solamente el macrismo le quitó escaños en ambas cámaras al gobierno, durante las elecciones intermedias de 2021. Sino que también fuimos testigos de la emergencia de figuras como la de Javier Milei, que con un discurso anti-política y clasista obtuvo los votos necesarios para volverse diputado.

Similar a Milei es la figura del colombiano Rodolfo Hernández, que será senador a pesar de haber perdido la elección presidencial. Este empresario se mostró ajeno a los circuitos de partidos políticos tradicionales, logró llegar a la segunda vuelta y se mantuvo cerca de Petro durante el segundo tramo de la campaña. Su discurso anticorrupción y su estilo estridente y grosero tuvieron éxito en las redes sociales y mantuvieron amenazado al candidato de la izquierda hasta el último segundo.

La lección es clara. Estamos obligados a comprender las nuevas adaptaciones de la derecha, que muestran éxito en apelar a la juventud y sabe capitalizar el descontento de las poblaciones contra la política, la corrupción y las formas tradicionales. Además de alegrarnos por nuestras victorias, debemos estudiar al neofascismo, y mantenernos alerta y en formación constante, para evitar que sus discursos engañen a nuestras mayorías.