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  • 25 Nov 2022
  • 14:11
  • SPR Informa 6 min

CPAC: Los falsos profetas de la cristiandad anticristiana       

CPAC: Los falsos profetas de la cristiandad anticristiana       

Por Uziel Medina Mejorada

“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a Él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.”

Con estas palabras inicia su travesía pública el Maestro, tal cual lo narra Mateo el evangelista. Un discurso esperanzador, pero también disruptivo, un discurso dirigido a las masas que durante años han tenido que soportar el peso de las tiranías, tanto gobernante como religiosa. Ese, como muchos otros discursos de Jesús, motivó toda una persecución por parte de la jerarquía política de un pueblo que, en palabras de San Juan, era su pueblo, pero no le reconoció. 

La Conferencia Política de Acción Conservadora irrumpe en el escenario político mexicano pretendiendo aglutinar a la derecha fascistoide que no logra encontrar cauce en una oposición desarticulada y necia que, lejos de presentar una contrapropuesta de gobierno, simplemente reclama caprichosamente su retorno al poder para saciar sus privilegios. No obstante, la mentada cumbre conservadora no es tan diferente. Partiendo de falsos escenarios fabricados desde el privilegio de clase, predican fantasías que no se ajustan a la realidad y que solo buscan el poder por el poder, valiéndose bellacamente de símbolos sensibles y de fuerte carga identitaria, como lo es la fe cristiana. 

Pomposamente, desde uno de los barrios más exclusivos y hostiles para la clase trabajadora, la ultraderecha manifiesta una de las paradojas más extrañas del pensamiento occidental, pues en un lugar llamado “Santa Fe”, evocando su filiación con la fe santa del cristianismo y exponiendo una agenta abiertamente segregacionista, han actuado en absoluta contrariedad a la praxis del cristianismo que es en esencia un mensaje de libertad para las masas y un llamado a la igualdad resuelta en el amor al prójimo como testimonio del amor a Dios. 

Dicho lo anterior, los ejes de la conferencia conservadora son, según ellos, representar los valores de la clase media y de Occidente (yankee) en México. Sí, se trata de imponer un statu quo para una población que percibe entre 22 mil y 27 mil pesos mensualmente y tiene ciertos complejos con la identidad latinoamericana; También rechazar el globalismo (aunque se trate de imponer un modelo extranjero), y hacer frente al socialismo empobrecedor (aunque ni tengan la más remota idea de lo que significa y promueve el socialismo).

Tal cual se presentan, pareciera que promueven una agenda innovadora que promete hacernos escapar del cataclismo global presente, pero en realidad no son más que desinformados paranoicos que se quedaron atrapados en la guerra fría. Pero, aunque parece un simple acto de locura inocente, el carácter de sus voceros, cerrados, agresivos, y su discurso beligerante, enciende alarmas respecto a episodios ya vistos en la historia de la humanidad que han dejado heridas profundas e imborrables; las cicatrices de las fauces de las dictaduras de derecha que empaparon de terror toda la “iberósfera” a la que hoy tanto aluden.

Detrás de sus peroratas se esconde un germen neofascista que, usando como pretexto la formación religiosa mayoritaria en México y una falsa conciliación desde la transversalidad que rechaza la geometría política (autodenominarse conservador ya es tomar posición en el tablero), llaman al sector aspiracionista hacia una contra-revolución de carácter clasista y colonialista que pretende crear una patria para unos pocos.

Su discursete pro familia evade las realidades de violencia y desintegración que son producto de un sistema económico esclavizante que ha convertido a las personas en mercancías y en su fobia al socialismo mal definido, desprecian las causas de la clase trabajadora que conforma a la mayoría de las familias mexicanas. La falsa defensa de la vida, reducida al solo hecho de forzar la culminación de un embarazo en un parto no se ha acompañado de la articulación de políticas de bienestar social que garanticen calidad de vida a las criaturas que se encuentran en gestación, ignorando al Eclesiastés que denuncia cuán mejor le va a un abortivo que aquella persona que no haya satisfacción en la vida ni una sepultura digna. No conformes con eso, las fracturas del globalismo se han convertido en el pretexto perfecto para normalizar la xenofobia, siendo promotores de fronteras segregacionistas que deshumanizan en función de la geografía política, llamando delincuentes a los migrantes por el hecho de ser migrantes, olvidando que Jesús, el centro gravitacional del cristianismo, fue migrante.  

Su postulado se adereza con la herejía trumpista de llamar a “defender a Dios”, como si Dios necesitara defensa, siendo más bien juez de las naciones. Sin embargo, detrás de esta selección de palabras existe esa malicia de llamar a las guerras santas, como lo hacen hoy los yihadistas y como lo fueron en la Edad Media las Cruzadas. 

¿Qué hay de cristiano en todo esto? Si el Cristo predicó el amor al prójimo, la ayuda a los necesitados y desafió a las élites dignificando a “los de abajo”. ¿Qué tienen de cristianos quienes discriminan? Si la salvación alcanzada a precio de cruz es un regalo universal. ¿Qué de cristiano tiene aglutinar a una clase social? Si el evangelio vino a romper con los estigmas de clase y promover la comunidad en lo común. 

Y sí, aquí también se puede observar una de las tantas manifestaciones de los falsos profetas y falsos maestros que denunciaron los apóstoles. Son esos predicadores que tergiversan las enseñanzas del Maestro para sus propios fines; esos de los que se advirtió que se atreverían a engañar a los santos, como ahora intentan hacer bajo una bandera de cristiandad para promover una agenda similar a la de quienes frente a Pilato vociferaron ¡Crucifícale! al Cristo.