La presidenta Claudia Sheinbaum presentó este 31 de octubre el prólogo que escribió para el libro "Mujeres del maíz y del cosmos: arte indígena de antes y de ahora", que reunirá el acervo de la exposición "La mujer en el México Indígena" en el Museo Arqueológico Nacional español en Madrid:
"México es tierra de raíces profundas. Su grandeza cultural no se explica sin las civilizaciones originarias que florecieron mucho antes de la llegada europea, y sin las mujeres que dieron forma a esas culturas: tejedoras de símbolos, sabidurías y realidades. Esta exposición reúne el arte de mujeres indígenas de ayer y de hoy: gobernantas, artesanas, diosas, creadoras, guardianas del maíz, de la palabra, la memoria y la grandeza.
Desde hace milenios, estas mujeres han tejido su visión del mundo en lienzos, cerámicas, códices, bordados, cantos y palabras. Hablan 68 lenguas vivas, hijas de cientos de generaciones que entendieron el cosmos como un todo interconectado. En su arte está el equilibrio entre lo humano y lo divino, la vida y la muerte, la tierra y el agua, lo visible y lo invisible.
Pero esta historia también tiene heridas. La conquista no fue un encuentro entre iguales. Fue un proceso brutal, de violencia, imposición y despojo. Se intentó destruir no solo territorios, sino culturas enteras, saberes milenarios, lenguas, modos de vida. Las mujeres indígenas sufrieron especialmente ese embate: fueron silenciadas, desplazadas, violentadas. Sin embargo, resistieron. En silencio y en acción. En lo individual y en lo colectivo. En el telar y en la palabra. En el rito y en la comunidad.
Hoy, esas voces resurgen con fuerza. Las mujeres indígenas de México siguen creando, sanando, luchando y enseñando. Esta exposición celebra su arte como forma de resistencia y de renacimiento. Porque su creatividad no solo es herencia, también es presente y es orgullosamente futuro.
Honrar este legado implica reconocer los abusos del pasado y del presente. La discriminación, el racismo y el desprecio hacia los pueblos originarios aún persisten. Erradicarlos es un deber ético si aspiramos a un mundo verdaderamente justo, donde todas las culturas, todas las lenguas, todas las personas tengan el mismo valor.
El mundo es un crisol de historias, colores y voces. Nadie está por encima de nadie. Esta exposición es un puente de respeto, diálogo y debe ser también de reconocimiento. Que sirva para mirar con otros ojos, escuchar con otros oídos, y sentir con el corazón abierto".