Operación Zapata y Playa Girón, la presión militar de EE.UU. se repite sobre Venezuela

En el contexto del reciente aumento de la presión militar de Estados Unidos sobre Venezuela, recordar la fallida invasión de Bahía de Cochinos (Playa Girón) en abril de 1961 ayuda a identificar paralelismos y riesgos sobre como opera el imperialismo estadunidense en la región. La operación dirigida por la CIA, conocida en clave como Operación Zapata, fracasó por errores de inteligencia, supuestos erróneos sobre apoyo popular y fallas en la coordinación político-militar. Esos mismos elementos reaparecen, con variaciones, en episodios recientes dirigidos contra Venezuela, como la llamada “Operación Gedeón” (2020) y la estrategia de “máxima presión” (2017–2023).

En abril de 1961, la CIA desarrolló la operación militar conocida como “Operación Zapata” con el fin de derrocar al gobierno del Fidel Castro en Cuba. El plan incluía un componente aéreo de aviones pintados como si fuesen cubanos, un desembarco anfibio en Playa Girón por parte de exiliados cubanos entrenados por EE.UU., un gobierno provisional en el exilio y la suposición de un levantamiento popular contra el régimen. La operación fracasó por múltiples razones: la destrucción incompleta de la aviación cubana, la falta de apoyo popular, errores en la ejecución militar y la cancelación de cobertura aérea a última hora.

Entre las causas del fracaso de este operativo militar destaca que la invasión anfibia perdió la sorpresa; los invasores quedaron atrapados en playas con escasos suministros y sin apoyo aéreo adicional, así como la suposición crítica de que habría un alzamiento popular o la deserción en masa de las fuerzas armadas cubanas resultó falsa.

Si en 1961 la CIA había creado un gobierno en el exilio listo para asumir poder, en el caso venezolano, el reconocimiento internacional de Juan Guaidó (2019) por parte de EE. UU. y aliados pretendió desempeñar un papel semejante: dotar de “legitimidad” a una alternativa y facilitar la transición. Ambos casos usaron estructuras políticas paralelas como herramienta para justificar o facilitar la intervención.

Playa Girón empleó exiliados entrenados por la CIA; en 2020 la “Operación Gedeón” implicó mercenarios y exmilitares venezolanos entrenados fuera del país (liderados por Jordan Goudreau de Silvercorp). Ambos intentos fallaron por detección, falta de sorpresa y apoyo insuficiente en el terreno. Tanto en Cuba como en Venezuela, Washington (y sus aliados) pareció apostar a que la acción externa estimularía una fractura interna y el abandono de los gobiernos en el poder por parte de sus fuerzas armadas. En ambos casos esa expectativa no se materializó: la cohesión de las fuerzas armadas y la capacidad de movilización del gobierno objetivo demostraron ser mayores de lo anticipado.

La invasión de Cuba formó parte de una política más amplia de aislamiento; en el caso venezolano, las sanciones económicas contra PDVSA, funcionarios y la banca han sido el instrumento principal para forzar un cambio político. Ambas estrategias apuntan a desgastar la estructura de poder desde fuera, pero requieren respaldo interno que a menudo no llega.

En 1961 la Guerra Fría polarizaba fuertemente; hoy la escena es multipolar: Rusia, China e incluso actores regionales juegan roles distintos, ofreciendo asistencia política, económica y militar a gobiernos afectados por presiones externas, lo que reduce la probabilidad de colapso rápido.

Playa Girón dejó un abundante archivo desclasificado con responsabilidades claras; muchas operaciones recientes en Venezuela son más opacas, con participación de actores privados y contratistas, lo que complica atribuciones formales.

Recuperar la memoria de Playa Girón ofrece un marco útil para interpretar las estrategias y errores que han reaparecido en el manejo de la crisis venezolana. Aunque los contextos son distintos, los paralelismos muestran patrones persistentes en la práctica de intervenciones externas estadounidenses tan frecuentes en la región.