La celebración del Día de Muertos es una de las tradiciones más arraigadas en México, parte de las cuales nos define a nivel mundial. “Se vuele no solo una forma de relacionarnos con algo que, además de ser biológico y universal, nos mantiene unidos como país”, señala Adrián Yllescas, antropólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Ante la certidumbre de que habremos de morir, está la incertidumbre de cuándo, es esta transición de dejar un cuerpo material y trascendemos” señala Gabry Pérez Islas, tanatóloga, quien además destaca el sincretismo entre la cultura española y prehispánicas, las cuales tienen como consecuencia la celebración del Día de los Muertos.
Entre los días 1 y 2 de noviembre recordamos a nuestros seres queridos que han muerto. La celebración de esta fecha tiene su origen en la mezcla de culturas y nuevas formas de concebir lo que nos rodea. “La festividad actual sigue teniendo esas remanencias de las producciones culturales que se han hecho de acuerdo a la historia que emana cada contexto”, asegura Adrián Ylescas.
“La idea de la muerte se transformó, esta ha venido jugando un papel importante a lo largo de la historia y se ha empleado en las diferentes expresiones de la cultura”, señala Ylescas.
El antropólogo además recuerda cómo en la época final del Porfiriato la ilustración de la Calavera Garbancera, ahora conocida como "La Catrina", fue concebida por José Guadalupe Posada como una crítica social dirigida a ciertos sectores de la sociedad mexicana de su época. La imagen representaba a un esqueleto femenino, vestido con un sombrero elegante de estilo europeo, algo que en su tiempo era un símbolo de estatus y riqueza.
La intención de Posada era burlarse de aquellas personas de origen indígena o mestizo que, en su afán de aparentar, negaban sus raíces mexicanas y adoptaban una apariencia europea para parecer más “cultos” o de clase alta. Esto da cuenta debido a que la palabra "garbancera" hacía referencia a un término despectivo usado para describir a las personas de origen indígena que vendían garbanzos y que despreciaban su herencia cultural, intentando imitar las costumbres y el aspecto de la élite europea. La ilustración era un recordatorio de que las apariencias y el dinero no podían cambiar el destino final de todos: la muerte.
Cada año, el Día de Muertos reúne a miles de personas para recordar y honrar a sus seres queridos en una mezcla de tradiciones, cultura y espiritualidad. Algunas de las celebraciones más icónicas que se realizan en diferentes puntos del país contienen en ellas su propia identidad y esencia.
En la isla de Janitzio, en el corazón del lago de Pátzcuaro en Michoacán, se celebra una de las noches de velación más conocidas de México. Las familias decoran las tumbas con velas y flores de cempasúchil, y la ceremonia incluye cantos, rezos y ofrendas. Además, la procesión de barcas iluminadas en el lago crea una vista mágica que atrae a visitantes de todo el mundo.
El Zócalo de la Ciudad de México se convierte en el centro de una gran ofrenda, en la que se exhiben altares diseñados por artistas y comunidades de todo el país. Junto a esta monumental instalación, la ciudad organiza el Desfile de Día de Muertos, que recorre el Paseo de la Reforma con carros alegóricos, disfraces y música.
San Andrés Mixquic, un pequeño pueblo en la Ciudad de México, es conocido por su tradicional alumbrada la noche del 2 de noviembre. Las familias se reúnen en el panteón para iluminar las tumbas de sus difuntos con veladoras, en una ceremonia llena de solemnidad y respeto. La atmósfera en el panteón se llena de luces y de un ambiente de conexión entre vivos y muertos.
Aguascalientes, la tierra natal del ilustrador José Guadalupe Posada, creador de la Catrina, celebra el Festival de Calaveras, que incluye desfiles de Catrinas, espectáculos culturales y exposiciones artísticas. Esta celebración es una de las más grandes del Día de Muertos en el país y rinde homenaje a Posada y su icónica figura.
En Ocotepec, Morelos, las familias reciben a visitantes en sus hogares para mostrar sus ofrendas dedicadas a sus seres queridos. Los visitantes que llevan una ofrenda a cambio son invitados a disfrutar de pan y chocolate. Esta tradición de puertas abiertas destaca por su hospitalidad y por la calidez con la que se vive el Día de Muertos en esta comunidad.
La ciudad de Mérida se une a las celebraciones con el Paseo de las Ánimas, una procesión que representa el trayecto que recorren las almas desde el cementerio hasta el centro de la ciudad. En esta procesión participan personas vestidas como Catrinas y en trajes tradicionales mayas, mientras que los altares en honor a los muertos están influidos por la cultura maya y el Hanal Pixán.
Cada una de estas celebraciones ofrece una experiencia única y profundamente enraizada en las tradiciones del Día de Muertos, haciendo de esta festividad una de las más ricas y diversas en México.